Cada día más cerca del sueño
Javier Acuña cuenta los días que le restan para cumplir los 18 años y poder debutar de forma oficial con el Cádiz «si Dios quiere en Primera División»
Actualizado:Javier Acuña es un futbolista atípico. Entrena duro con el equipo, viaja a los desplazamientos, se concentra con la plantilla, comparte habitación en los viajes con jugadores que horas más tarde se vestirán de corto, recibe instrucciones día a día del entrenador, forma parte de las tácticas de juego del equipo durante la semana, estudia como uno más al rival en las sesiones de vídeo... Hace todo lo que hace un futbolista pero con la excepción de no poder disfrutar haciendo lo que mejor sabe hacer, jugar. Por eso, es normal que este harto de los juegos de niños.
Javier Acuña va a cumplir un año y tres meses como ciudadano gaditano. Lo lleva bien pero el que «mejor lo lleva es mi hermano», dice mientras lo contempla jugando a la pelota con los amigos que ha hecho en la plaza que hay debajo de la casa de la familia. En su caso, por desgracia, se ha acostumbrado a convivir con la paciencia. Cuenta los días que restan para tachar del calendario el 23 de junio en donde soplará 18 velas. Será entonces cuando por fin acabe su calvario. Ese por el que se ha pasado más de un año sin jugar
Sobre el hecho de estar creciendo día a día en un vestuario con muchos veteranos opina que es lo mejor que le ha podido pasar. Señala a Berizzo como un jugador que se está volcando en su formación y no cree que los canteranos le tengan envidia. Es más, «en el B, tengo a muchos amigos y siempre que nos vemos estamos de bromas», confiesa.
Con 17 años, su aclimatación a Cádiz está siendo sencilla. Aunque sigue echando de menos a sus amigos de la infancia. Esos que cuando viaja a Asunción no se despegan de él ni un segundo. «Cuando en vacaciones regreso a Paraguay, no paro en casa porque mis amigos me agarran y estamos todo el día riéndonos mientras hacemos barcacoas», narra. Su próxima visita la hará en verano. Lo está deseando. Mientras, desde la distancia, se comunica con ellos gracias a internet.
Mucho se ha hablado sobre sus amistades en Cádiz desde que tuviera aquel incidente en el que recibió un puñetazo a altas horas de la noche. Él ignora todos los rumores y simplemente comenta que sigue haciendo su vida normal. A raiz de aquel malentendido -así lo define él-, el club sigue confiando en el joven. «Saben que no voy a fallarles, tienen mucha confianza en mí», comenta para aclarar que en ningún momento recibe presiones de los directivos para que vigile su vida privada. Además, los jóvenes con los que comparte su tiempo libre en Cádiz comprenden a lo que se debe. «Cuando les digo que no voy a hacer algo saben que no lo haré. Entonces ya no me lo preguntan más», asegura tajantemente.
Un día en la vida de Acuña es de lo más tranquilo. Se levanta temprano para entrenar en El Rosal. Antes lo llevaba su padre. Hasta que se enteró Estoyanoff. «Ahora me voy con el lolo o Lobos. Me ordenaron que me fuera con ellos para no tener que molestar a mi padre», comenta agradecido.
Su minoría de edad no le permite conducir. No obstante, ya se está informando en diferentes autoescuelas para comenzar a prepararse el carné. Este es uno de sus objetivos a corto plazo. Aunque también tiene pensado comenzar a dar clases de inglés en breve «porque el día de mañana no sabes donde puedes estar jugando».
Después de entrenar vuelve a Cádiz y dedica todo su tiempo libre a compartirlo con su familia. «Ahora, con el buen tiempo, me bajo a la playa a jugar con mi hermano, me dedico a ver películas en casa y, a veces, ya a la tarde, bajo a la plaza a jugar con los chavales», comenta mientras algunos de ellos hacen cola para recibir un autógrafo suyo. Ya a la noche se va a la cama sintiendo feliz cómo acaba de pasar otro día en el calendario. De momento, confía en que sus compañeros salven la categoría para «si Dios quiere, poder debutar en Primera División».