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FRENTE AL AUDITORIO. Un momento del seminario, ayer.
Cultura

«Esta es la novela de un poeta»

José Manuel Caballero Bonald analiza en su propia casa su novela predilecta: Ágata ojo de gato

TEXTO: V. MONTERO / FOTOS: TAMARA SÁNCHEZ / JEREZ
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De Ágata ojo de gato queda casi todo por decir. A pesar de que la segunda novela publicada por Caballero Bonald ha sido objeto de tesis doctorales, análisis semánticos y densos informes académicos, además de una innumerable relación de artículos críticos, la esencia de esta obra maestra de la prosa castellana continúa despertando el interés de especialistas y neófitos en el arte de las letras.

Ayer, en el marco del II Seminario Permanente de la Fundación que lleva su nombre, el autor arrojó luz sobre el proceso creativo que le llevó a firmar uno de los hitos de la renovación narrativa de los 70. «Ágata pertenece a una tradición literaria que nace en Góngora y llega hasta Valle Inclán», explicó el autor. Caballero Bonald recordó durante su intervención cómo le dio forma a la novela: «La escribí como si estuviera dentro de un espejismo, in-ventándome esa realidad».

La novela, en la que los personajes mágicos se mueven en Argónida, la Doñana inventada de Ca-ballero Bonald, comienza con la reproducción de un mapa, igualmente inventado, imaginario, aunque a veces la realidad no difiere tanto de la ficción: «Me he encontrado a la Manuela Cipriani real en mis viajes por el Guadalquivir después de haberla inventado y me decía las mismas cosas que yo inventé para mi personaje», aseguró el escritor jerezano, «todo obedece al enigma general de la novela».

Territorio y lenguaje

El autor de la novela compartió comentarios públicos con el crítico José María Pozuelo Yvancos, filólogo, investigador y crítico literario especializado en narrativa española contemporánea, motivo del Seminario en su segunda edición. Uno y otro coincidieron en dos aspectos clave de Ágata: el lenguaje y el espacio, un territorio tan determinante como mágico para los personajes en la novela.

Según Pozuelo Yvancos: «El lenguaje es decisorio, arcaico, primigenio, lleno de asperezas y recovecos. Pero de Ágata no se puede decir que sea barroca o gongorina si se refiere a retorcimiento. Más que de barroquismo, hay que hablar de metamorfosis como elemento fundamental de la novela».

El crítico distinguió dos procesos internos de la novela. Por un lado, «la acumulación de un formidable caudal léxico», y por otro lado, «la sonoridad y la contundencia de cada una de las frases, la búsqueda del vocablo justo, sin merodeos. Es soberbio sonoramente, no hay otro que escriba como él».

Aunque Caballero Bonald no compartía la misma visión que Pozuelo Yvancos, admitió que «es el lenguaje el que produce en el lector el sentido simbólico de la obra». Ante un auditorio lleno de jóvenes universitarios y profesores, el escritor recomendó a los «lectores inocentes» que se saltasen los términos que no conociesen, que «una vez superasen esa cortina, se adentrarían sin dificultad en la trama de la novela».

Por cierto, las últimas ediciones de Ágata incluyen un apéndice de vocabulario. Como dice su propio autor «es la novela de un poeta, aunque intenté frenar esa tendencia».