Saberlo todo
Actualizado: GuardarEs natural que el presidente Za-patero le ofrezca a Rajoy compartir la estrategia para lo-grar el ansiado fin de ETA, pe-ro también es lógico que no quiera compartirlo todo. Un buen secreto es el que guarda una sola persona. Si están en él varias, pasa de serlo a constituirse en una forma más o me-nos velada de publicidad. Los secretos buenos son los que se llevan a la tumba, cuidadosamente embalados a lo largo de nuestra vida. La razón es sencilla: si se lo contamos a alguien de nuestra absoluta confianza, debemos tener en cuenta que ese alguien también tiene un amigo de su confianza absoluta y va a contárselo. Así, de amigo íntimo a íntimo amigo de otro, es como se divulgan en cadena los secretos mayores. Quizá por eso se dice que para que no se entere nadie de algo en España la mejor precaución es publicarlo en un libro, en la confianza de que no va a ser leído.
Hay que acabar con la banda, ya sea sólo o en compañía de otros. Eso lo tiene claro el presidente del Gobierno y lo anhelan fervientemente todas las personas de bien. Lo que se trata de sincronizar ahora es el procedimiento. Hay que saber si se han establecido compromisos, en primer lugar, y si esos compromisos pueden ser aceptados, en segundo.
«Tengo derecho a saber la verdad», ha dicho el jefe de la oposición. ¿Toda la verdad? ¿Sólo la parte contratante de la primera parte?
Los gobernados seremos los últimos en enterarnos, como los maridos con leños en la cabeza de las comedias. Si se divulgaran todos los secretos que guarda la historia formarían una biblioteca mucho más apasionante que la de los libros de historia. Algunos se divulgan mucho después, cuando nadie tiene interés en deglutirlos, ya que se les ha pasado su fecha de caducidad. Se convierten en secretos a voces, pero da lo mismo: no hay la menor curiosidad por oírlos.