'Trébole'
Actualizado:Aunque mi favorita siempre ha sido Canción de juventud con aquellos tremendos diálogos que harían tambalearse los cimientos de cualquier observatorio de género, en la que la España más irreal estudiaba el Catón y jugaba a la arquitectura en un pueril internado, he de reconocer que La chica del trébol se ha convertido en nuestra película fetiche. Y digo «nuestra» porque mi hija ha heredado de mí la pasión por este tipo de cine; quizá es de las pocas cosas que hacemos juntas pero somos capaces de pasar la tarde viendo una tras otras todas las películas de Rocío Dúrcal.
La chica del trébol es la preferida de Yolanda, una película donde se mezclan las historias de hadas -Rocío es modistilla pero alterna con la clase alta madrileña- y la cruel realidad entre talleres de motos y chicos de barrio con cuarto de baño recién conocido, que luego retrataría tan bien Eloy de la Iglesia -otro que se nos fue- en Colegas. La chica del trébol es una película con conciencia de clase y moraleja, aunque ni los actores, ni el director ni los espectadores lo sepan. A Yolanda le gusta la estética de la película, a pesar de que a sus cinco años no sabe bien lo que es la estética, y le gusta ver seguidas Rocío de la Mancha, Tengo diecisiete años -esta hay que revisarla más detenidamente, ya que tiene un componente freudiano alto- Más bonita que ninguna, Acompáñame o Buenos días, condesita porque, aunque cambien los personajes, dice que la historia es siempre la misma. Y tiene razón, es siempre la misma historia, la de Rocío, la de los trajes acampanados, la de los chalés en la sierra madrileña, la de los pantalones pitillo, la de las motos vespa, la de la suerte truncada, la del enredo que se resuelve al final, la de la actualización de los tópicos literarios del medievo, la de la niña buena, la del joven seductor, la del padre protector, la del sueño inalcanzable, la de la España misérrima la de la vida.
A Yolanda y a mí que tanto nos gustan sus películas nos entristeció la muerte de Rocío Dúrcal. La niña preguntó de forma demoledora, como preguntan los niños -¿Y se ha muerto para siempre? -Sí hija, sí, para siempre, como todos. -¿Y quién hará sus películas? -Pues ella. -Entonces, no se ha muerto para siempre. -No hija, tienes razón. -¿Qué suerte!... La suerte está en el trébole.