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Editorial

Ucrania dividida

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Poco más de un año después de la gesta política que supuso la revolución naranja en Ucrania, en la que las formaciones prooccidentales consiguieron apartar del poder al candidato del autoritario y prorruso presidente Kuchma, la situación ha dado un vuelco sorprendente en las elecciones legislativas celebradas este pasado domingo. Tanto, que el partido del otrora derrotado Yukanovich se ha colocado como virtual ganador de las mismas, con más de un 30% de los votos. Las disputas que al poco de llegar al poder se produjeron entre el presidente Yushenko y su primera ministra, Yulia Timoshenko, y que se saldaron con la dimisión forzada de la segunda, han terminado atomizando el voto naranja y aupado a la opción del líder prorruso como la mayoritaria en Ucrania.

La lógica favorecería la creación de un Gobierno de corte naranja, pero no es seguro que los partidos Nuestra Ucrania, del presidente Yushenko, y el Bloque Yulia Timoshenko cuajen en una coalición viable. La suma de los diputados obtenidos por ambos más la pequeña ayuda de los socialistas de Alexandre Moroz darían una mayoría estable y dejarían de nuevo en la oposición al Partido de las Regiones, de Yukanovich, el más votado. Pero la vida política ucraniana ha dado muestras de estar sometida a fuertes tensiones derivadas del gran esfuerzo colectivo que fue la revolución naranja. El cambio de un régimen presidencial a otro parlamentario provocó el inmediato choque de trenes entre las personalidades de Timoshenko, heroína popular del desafío democrático, y el nuevo presidente Yushenko. Ahora, la división ideológica de Ucrania, entre quienes se sienten más cercanos a Moscú, y quienes anhelan salirse de la órbita del Kremlin para lanzarse al reto europeo, se ha hecho una vez más patente. Además, la relativa paridad de fuerzas, unida a los recelos personales, puede hacer muy complicada la legislatura, porque, a día de hoy, ninguna opción es descartable. Aunque lo realmente grave es que las rivalidades personales y ajustes políticos de cuentas, de no ser superados definitivamente, harán que cualquier alianza de Gobierno se levante sobre unos cimientos excesivamente volátiles y sometidos a fuertes presiones, especialmente las provenientes de Moscú.