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Clave: lealtad institucional

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Rajoy midió ayer con la ejecutiva nacional de su partido el apoyo que el PP va dar al presidente Rodríguez Zapatero en el proceso que ha abierto el alto el fuego permanente de ETA. Desde el PSOE se adivina que ese apoyo será sincero y fructífero. El ministro Alonso, de Interior, afirmaba ayer que la entrevista que hoy celebren Rajoy y Zapatero en La Moncloa «se desarrollará en clave de lealtad institucional». Y de las palabras del secretario popular de Comunicación, Gabriel Elorriaga, se desprendía que, más que a Rodríguez Zapatero, el apoyo del PP va a ser al proceso que se encamine hacia la paz.

Al PP le seguiría correspondiendo, según Elorriaga, la vigilancia de la rectitud moral, pues «va a ser una garantía para todos los españoles de que los pasos que haya que dar se desarrollen siempre en el marco del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo». «Es decir -añadía Elorriaga-, en ningún caso habrá contraprestaciones políticas a la banda terrorista ETA, el Estado de derecho no estará en tregua en ningún momento, seguirá actuando plenamente y se hará todo lo posible por dar a las víctimas del terrorismo el reconocimiento que se merecen».

Una lectura apresurada de las declaraciones de Elorriaga podría conducir a la falsa impresión de que el PP persiste en considerarse único centinela del Estado de derecho y de la honestidad democrática, tarea en la que le acompañan, entre otras fuerzas políticas, el PSOE y el Gobierno, como saben todos los populares, incluidos los que no desean saberlo. Y de eso, dicen fuentes socialistas, se convencerá hoy Rajoy en La Moncloa, donde Rodríguez Zapatero no piensa ocultar a su visitante ningún detalle sobre la génesis del alto el fuego etarra ni sobre la estrechez del camino por el que se irá abriendo paso, entre agobios y algunas satisfacciones, el dificilísimo, tenso y largo proceso de paz.

No puede el PP dar un giro brusco a su discurso antiterrorista, que venía siendo más bien un discurso anti-Zapatero, porque los cambios de orientación política necesitan ser explicados a la militancia, negociados entre las distintas posiciones de los dirigentes y metabolizados por éstos. Pero Rajoy ya hizo ayer un gesto de suavización tipográfica al encomendar a Elorriaga, un rostro sin exhuberancia expresiva, y a Soraya Sáenz de Santamaría, bella mujer sin líneas rectas, la información sobre lo acordado en la ejecutiva nacional. No aparecerá hoy en la prensa el semblante facial de Acebes, más habituado que ningún otro a subrayar gestualmente figuraciones catastróficas.

Va hoy Rajoy a La Moncloa a escuchar y con ánimo constructivo. Las opiniones más diferenciadas del país insisten en la necesidad de que las dos fuerzas políticas mayoritarias intenten recomponer, y recompongan, su unidad antiterrorista desbaratada tras las elecciones generales del 14-M. ETA filtra, y los servicios de Inteligencia confirman, que a la banda le ha costado cuatro años lograr que todos sus sectores aceptasen el cese de la violencia, por lo que podrá ofrecer, con quien dialogue, una imagen de unidad.

Sería absurdo e irresponsable que, ante la circunstancia política recién sobrevenida, las dos grandes fuerzas políticas del Estado siguieran mostrando sus divisiones. El ministro Alonso acuñó ayer la expresión que debe inspirar la actitud de todos y cada uno de los partidos democráticos: la clave de lealtad institucional.