Orgullo, compromiso, casta, pero un solo punto
Tras una mala primera mitad, el Cádiz mejora su juego tras el descanso igualando el gol de Kezman merced a un penalti ejecutado por Lobos
Actualizado: GuardarAsí, sí. O casi. De esta manera se puede empatar, e incluso perder (de no ser por las urgencias). Con esta actitud es más complicado poner en solfa la labor del entrenador o el nivel y el compromiso de la plantilla. Lástima que el margen de error se reduzca con el paso de las jornadas, y un punto, por muchos adornos, por mucho perejil que se le ponga para que coja buen sabor, pues se queda en eso. En un sólo punto.
Posiblemente, Espárrago tenía ayer su primer match ball de la temporada. Más que el resultado, tenía la obligación de lavar la imagen catastrófica de las últimas semanas. La sensibilidad del respetable estaba a flor de piel, y más de uno esperaba el momento para dar rienda suelta a su frustración, acumulada domingo tras domingo. Afortunadamente, el técnico cadista salvó el punto de partido, en sus dos vertientes, y lo consiguió gracias a un penalti a Sesma que venía precedido de un fuera de juego. Pero no sólo por eso. También porque la afición no paró de empujar, y los futbolistas tuvieron que apelar al orgullo y al amor propio sabedores del enorme peso de su camiseta.
Un planteamiento distinto
El final deja el regustillo sabroso e ilusionante de que la gesta está difícil, casi imposible, pero hay que agarrarse a ese casi hasta que las matemáticas condenen a la esperanza. Pero el principio no sería tan halagüeño. Espárrago sigue sin creer en la teoría kamikaze de salir a tumba abierta con un planteamiento ofensivo, y sacrificaba a un interior (Enrique) por un medio centro (Morán). Esta extraña recomposición del equipo tenía un objetivo claro: permitir que Lobos, siempre con libertad de movimientos, partiera desde la banda derecha, donde está mucho más suelto y cómodo que enclavado entre los pivotes y los centrales. Por supuesto, el técnico cadista mantenía el rocoso y destructivo doble pivote con Fleurquin y Bezares, y por ello la primera mitad sería más de lo mismo.
Como viene haciendo durante toda la campaña, el equipo amarillo dominaba el balón pero sin sentido, sin creación y, sobre todo, sin remate. Apenas merodeaba por los dominios de Franco. Por contra, el Atlético se bastaba con la calidad de Ibagaza y la velocidad de sus atacantes para aprovechar los numerosos espacios en la zaga cadista y llevar el miedo al cuerpo de Limia. Galleti y Petrov, dos puñales por banda, avisaban con sus internadas, pero tendría que ser Matador Kezman quien resucitara los fantasmas de siempre al conducir a la red una maravillosa asistencia del Caño argentino. El serbio, con una habilidad en principio incompatible son su estatura, sentaba a Limia y adelantaba a los colchoneros.
El Cádiz todavía no ha volteado el marcador ni una sola vez esta temporada, y las pésimas estadísticas de los amarillos desesperan a la afición. Máxime si se le une la tremenda impotencia demostrada en el primer tiempo después de encajar el tanto, pues los gaditanos apenas se acercaron a Franco en las acciones de estrategia.
La arenga en el descanso tuvo que ser de aúpa. O al menos la terapia Espárrago-Soler funcionaría. Borrón y cuenta nueva. El conjunto local arrancaba con mayor valentía, sufriendo irremediablemente los latigazos del Atlético a la contra pero enseñando que su gol podía llegar en cualquier momento.
Y llegaría, gracias a un Pérez Lasa que este año ha reportado cuatro puntitos. Los tres de Málaga y el de ayer. El colegiado vasco (las suspicacias deben quedar al margen) convertía un fuera de juego de Sesma en un penalti a favor, provocado por el claro agarrón de Galleti al canario sobre la línea del área. Lobos, que había sacado esa jugada de la nada tras un genial pase a Jonathan, tomaba la responsabilidad y batía con un certero aunque poco ajustado remate a un Leo Franco que hace cuatro días paraba dos penaltis al Sevilla.
El tanto daba alas a los cadistas, especialmente a un Sesma que en punta volvía loco a la zaga rival. La moral amarilla, sostenida por una afición entusiasmada, lograba encerrar a un Atlético hundido físicamente. Lobos empezaba a hacer de las suyas y a demostrar que puede tirar del carro de la salvación. El argentino mandaba arriba dos buenos disparos y el Cádiz dejaba escapar vivo a un equipo que esperaba la puntilla, pero que nunca llegó. Y por ello el punto es tan aplaudido como insuficiente, pues no recorta ninguna distancia y el calendario sigue siendo infernal. Pero con tantas decepciones, los cadistas están en su derecho de ilusionarse al ver a su equipo responder con estas agallas. Aunque todo siga tan negro.