mar de leva

Dadle una oportunidad a la paz

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Un día después del 11-M, momentos antes de que leyera a mis chavales el «Nocturno» de Alberti y todos a la puerta del colegio guardáramos unos emocionantes minutos de silencio, uno de ellos me preguntó si creía que los atentados habían sido cosa de ETA o de Al Qaeda, como ya se rumoreaba en algunos corrillos esa mañana. Yo le dije que rezaba para que hubiera sido ETA, por la que nos iba a caer encima de lo contrario y, en un extraño arrebato de lucidez política poco común en mí, le solté de sopetón que aquel atroz atentado, en cualquier caso, era el final de ETA. Creo que recordaba, claro, aquel otro clamor popular, aquella expresión de hasta aquí hemos llegado que todos sentimos cuando nos rebelamos por el asesinato de Miguel Ángel Blanco y estuvimos tan a puntito de lograrlo.

Dos años después parece que la banda terrorista comprende que el mundo ha cambiado de manera irreversible, se aplica la lección y anuncia aquello que todos queríamos, el sueño que todos deseábamos. El final de un absurdo, la claudicación ante la lógica de las urnas y el respeto a la voluntad popular. O no. Si los políticos son capaces de darle la vuelta a las palabras hasta que éstas no signifiquen nada o acaben queriendo decir otra cosa diferente, los terroristas, que ni siquiera son proto-políticos, sino una fase sin evolucionar entre el bruto sanguinario y el tarado romántico (puro monstruo de Frankenstein, para entendernos), no iban a quedarse atrás y, ya ven ustedes: en la meticulosa elección de su vocabulario y el goteo precisamente impreciso de sus declaraciones parece que son ellos quienes, al final, tendrán que darnos clase de democracia a nosotros, que somos los buenos en esta historia, que no matamos y creemos en una sociedad mejor donde se conversa y se negocia y el sol nos acaricia la cara y no la máscara y se abraza y se ama y se sonríe.

Lo cual no es óbice, claro, para que haya que intentarlo. Si esta nueva tregua fracasa, por el amor de Dios, que sea por cosa de ellos y no de nosotros. Rebusca uno por Internet las reacciones del pueblo llano y las contrasta con la de los profesionales de nuestra representación y ve que, en efecto, hay recelo, pero también muchísima esperanza. La gente normal demuestra una vez más ser más comedida y juiciosa que algunos de sus representantes políticos, a quienes por los rictus que vemos en las fotos parece que la noticia (la gran noticia) les ha sentado como un jarro de agua fría. Porque aunque este castillo de naipes y sueños de ahora se venga abajo, tarde o temprano habrá que levantar otro. Hasta que aprendan los obcecados de la violencia, hasta que demostremos que nosotros llevamos razón y que, cuando entren en razones y entreguen las armas, estamos incluso dispuestos a ser generosos. El terrorismo, una lacra infantil, producto de la inmadurez política, sigue queriendo ver el mundo como lo ven los niños cuando juegan al puli o al contra (si es que juegan todavía a eso o ya son términos que se llevó por delante la Nintendo): Gritan «No se vale» y creen que se suspenden las leyes de los hombres igual que se suspende la credulidad en el juego… pero todos recordamos que había quien seguía queriendo jugar y pretendía meter goles de último segundo cuando los demás habíamos comprendido que era la hora de volver a casa y abrir los libros.

Queda mucho trecho por recorrer y nada nos dice que, aunque una cabeza de la hidra agache la testuz, no vaya a haber otros grupúsculos incontrolados que sigan a su bola: golpistas desde dentro de los ejércitos terroristas, como si dijéramos. Pero lo mismo que no se pueden lanzar las campanas al vuelo, porque todos sabemos que el proceso va a ser largo y difícil, tampoco se puede jugar ahora a ser pájaro de mal agüero y reclamar en nombre de tantísimas víctimas una estrategia única de venganza. Porque, en terrorismo, las víctimas somos todos: los que por desgracia han caído asesinados en el camino y los que esperemos no tengan que caer nunca en el futuro. Y esa es la palabra clave de toda esta historia que ojalá haya empezado a terminarse el miércoles: futuro. Leíamos que estos días algún diletante aburrido quería contactar con el más allá y entrevistar a John Lennon. Como si hiciera falta ahora ponerle voz de ultratumba al cantante que nos dejó esas dos bellas lecciones: «Imagina un mundo sin violencia, es fácil si lo intentas». Y «todo lo que decimos es: dadle una oportunidad a la paz». Pues eso.