Mimetismo sobre dos ruedas
Actualizado: GuardarCuando un organismo se parece a otro con el que no guarda relación y obtiene de ello alguna ventaja funcional hablamos de mimetismo. La Naturaleza nos muestra abundantes ejemplos. El camaleón, la mantis religiosa, el puercoespin, la mofeta, el ocelote, el lince, el pulpo y algunas mariposas poseen un mecanismo de defensa contra sus depredadores: cambian el color o la textura de su piel para adaptarse al medio en el que habitan y no ser descubiertos o adoptan un mimetismo batesiano: adoptan el aspecto de otra especie peligrosa para su depredador. Pero el mimetismo en los seres humanos es paradójico: cuanto más libre es un joven, por ejemplo, más necesita parecerse a alguien. La imitación de personajes, modos de vida, aficiones, marcas no es un mecanismo de autodefensa ni proporciona ventaja funcional alguna, salvo que entendamos por ventaja la anulación de la propia personalidad para confundirla con la imitación de unos esquemas, manipulados casi siempre por el marketing y la publicidad.
Si los macrobotellones de las últimas semanas fueron, por encima de todo, un ejemplo de mimetismo irracional, la celebración del Gran Premio de Motociclismo en Jerez fue ayer un triste ejemplo de lo que puede hacer la imitación de los ídolos, la fuga de la realidad, la presión del grupo, la gratificación del éxito fácil, el olvido de la distancia que hay entre el sacrificio, la capacidad y la autodisciplina de los héroes de las dos ruedas y la impudencia, la impericia o la negligencia de sus imitadores. Seis personas fallecieron en los dos últimos días por accidentes de tráfico de motocicletas en carreteras próximas al circuito donde se celebró el certamen. ¿Cuántas de ellas arruinaron sus sueños por imitar a sus ídolos? Nada hay más respetable que un hombre maduro que sigue utilizando la moto por convicción, independencia y libertad. Pero nada más absurdo que la conducta de quienes nunca llegarán a hacerlo porque perdieron la vida en un mimetismo suicida.