ANÁLISIS

Una decisión desde la debilidad

Justo después del 11-M la dirección de ETA comenzó a teorizar sobre el final dialogado de la violencia para hacer frente a la degeneración progresiva de la banda

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La declaración de tregua de ETA se produce en un momento de debilidad de la banda que no tiene comparación con ningún otro momento de la historia de la organización armada, pese a que en los últimos meses haya llevado a cabo una ofensiva tanto en España como en Francia para intentar ofrecer una imagen de fortaleza. Según los expertos consultados, sólo desde esta extrema vulnerabilidad se podría explicar el paso dado ahora por los terroristas, aunque también es necesario tener en cuenta factores como el escenario que se abrió tras la matanza del 11-M en Madrid.

La degeneración de ETA viene de lejos, aunque la puntilla se la propinó el que fuera su máximo jefe Ibón Fernández Iradi, 'Susper', detenido por primera vez en 2002, aunque huyó de la comisaría de Bayona y volvió a ser arrestado un año más tarde. Las fuerzas de seguridad encontraron en su ordenador la suficiente información como para detener a 120 personas por su presunta relación con ETA, desmantelar aparatos como el de los comandos de reserva, comenzar a investigar tramas vinculadas al cobro de la extorsión terrorista e incluso resolver asesinatos cuya autoría se desconocía. En 2004, cuando el ingente caudal de información sobre ETA ya estaba procesado, la banda no conseguía introducir un comando en España sin que las fuerzas de seguridad lo interceptasen antes de que llegase a actuar.

En medio de esta debilidad operativa, la banda tenía que asumir otra situación. Batasuna se encontraba ilegalizada desde 2002, lo mismo que le había sucedido a estructuras del MLNV como las Gestoras pro Amnistía o Ekin.

En ese contexto se produjo la matanza del 11-M y la llegada del PSOE al poder. La primera reacción de ETA a los atentados yihadistas de Madrid fue iniciar un parón técnico que, según se ha sabido después, supuso que incluso atentados en la capital de España ya decididos fueron suspendidos. Documentos incautados a la organización han revelado, asimismo, que la cúpula comenzó a preparar un posible final dialogado de la violencia con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Para entonces el nuevo presidente español ya había ordenado la retirada de las tropas de Irak, cumpliendo su programa electoral y dejando claro que la política en España giraba 180 grados respecto a la etapa de José María Aznar.

La primera 'hoja de ruta' para la paz de ETA revelaba un calendario absolutamente fantasioso por parte de la banda. Según sus análisis, entre 2004 y 2005 se podría producir una fase de contactos previos que concluirían en una tregua de un año. De manera previa, el Gobierno llevaría a cabo los siguientes pasos: el acercamientos de los presos de ETA a Euskadi, la legalización de Batasuna y la anulación inmediata de todos los sumarios judiciales abiertos contra la izquierda abertzale. Tras un año sin atentados, la banda declararía un alto el fuego indefinido. De nuevo, el Gobierno tendría que hacer tres concesiones a priori. En primer lugar, debería realizar una declaración solemne reconociendo el derecho de autodeterminación. Después, debería auspiciar unas conversaciones en las que Batasuna y el PSE diseñarían «el modelo de Euskal Herria» (sic), al mismo tiempo que los partidos se reunirían en una mesa para analizar la aplicación de este modelo. El desarrollo del programa de ETA implicaba, además, que todos los presos de la banda estarían ya en libertad en 2008 y que en 2012 se celebraría un referéndum sobre la autodeterminación en Euskadi, Navarra y el País Vascofrancés. El trabajo teórico, no obstante, había ido acompañado de una paso práctico. En el primer semestre de 2004, ETA hizo llegar una carta al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero en la que se planteaba abiertamente la posibilidad de llevar a cabo un diálogo. Según un documento incautado a la banda, el comité ejecutivo de ETA envió directrices a su aparato negociador, llamado 'Hanes' y dirigido por el huido José Antonio Urrutikoetxea, 'Josu Ternera', para que comenzase a preparar todas las gestiones necesarias en caso de que se activasen esos contactos.

«La lucha no sirve»

Todos estos documentos se han conocido gracias a que el jefe de ETA Mikel Albizu, 'Antza', fue detenido en Francia el 2 de octubre de 2004, en lo que supuso uno de los mayores golpes operativos a una ya débil organización terrorista. La captura del jefe etarra y su compañera, Marixol Iparragirre, 'Anboto', permitió localizar los últimos zulos de importancia que tenían operativos los terroristas, pero también bloquear la rama de cobro del denominado 'impuesto revolucionario'. Si el dinero es el combustible de cualquier organización, la banda se quedaba con el depósito en reserva.

Para entonces la tesis de que ETA había sido vencida se comenzaba a extender entre sus militantes. Un mes antes de la caída de 'Antza' se había conocido una carta escrita en prisión por seis antiguos jefes de ETA, entre los que se encontraban, por ejemplo, 'Pakito', 'Makario', 'Pedrito de Andoain' o 'Iñaki Lemona'. El diagnóstico de los veteranos era demoledor. «La lucha armada que desarrollamos no sirve de nada. Nunca en la historia de la organización nos hemos encontrado tan mal». «Esto es morir a fuego lento», resumían los presos.

Según algunas fuentes, dentro de la banda se inició una fuerte discusión sobre cómo orientar el futuro de la organización. El último debate había tenido lugar dos años antes, en 2003 y en él, plasmado en el 'zutabe 100', se hizo evidente que ya había sectores partidarios de abandonar las armas que debían convivir con corrientes que preconizaban «romper tabúes» y cometer atentados más brutales. Esta vez, sin embargo, la discusión se producía en una situación esquizofrénica, ya que mientras la banda gestionaba unos hipotéticos contactos se comenzaban a preparar nuevos atentados mortales. Al mismo tiempo, el 14 de noviembre de 2004 Batasuna hacía pública su propuesta de Anoeta, con la que, según sus palabras, buscaban «sacar el conflicto de la calle» y dar paso a la política con la creación de dos mesas, una entre el Gobierno y ETA, y otra entre los partidos.

«Algo gordo»

Esta situación cristalizó en uno de los incidentes más absurdos de la historia reciente de ETA. En febrero de 2005 era detenido en Basauri el etarra Xabier Pérez Aldunate, quien había entrado a España con la orden urgente de matar. En su piso se halló una carta del actual jefe de la banda Garikoitz Aspiazu Rubina, 'Txeroki' que decía: «Hay que responder a las hostias que nos han dado sin que la banda haya tirado a nadie» mientras «el enemigo se está regocijando». El etarra detenido, en su misiva de respuesta, había asegurado a 'Txeroki' que se sentía descolocado, puesto que ya se estaban publicando noticias sobre supuestos contactos entre el Gobierno y ETA. Entonces, el jefe de la banda le replicó por escrito que «no había nada», que lo que debían hacer era «poner muertos encima de la mesa y hacer algo gordo», dado que la moral de la banda «está baja». Según algunos expertos, este intercambio epistolar evidenciaba una situación sin precedentes en ETA: los propios terroristas desplazados a España dudaban entre obedecer a sus jefes o seguir las consignas más políticas que oían.

A partir de ese momento la banda dio un giro radical que, a falta de información, parece deberse a la existencia de contactos políticos, aunque sean indirectos, con el Gobierno. La organización, acuciada por sus cada vez más vacías arcas, multiplicó sus atentados contra los empresarios. Sin embargo, en esta campaña ETA tomó precauciones inéditas en una organización terrorista. En algunos casos colocó bombas de tan escasa potencia que los propios activistas debían telefonear días más tarde de la explosión para avisar de que el atentado se había producido. En otros, pusieron rótulos de 'peligro bomba'» sobre los artefactos, para evitar heridos. Por primer vez, la banda parecía saber que su futuro dependía de que no corriese la sangre.