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Un día de moteros

Estos tres aficionados llegaron desde Badajoz para disfrutar de las motos y el buen tiempo

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El día comenzó temprano para Raúl, José y Alejandro. Querían aprovechar el tiempo al máximo y se levantaron pasadas las doce, ya que se acostaron a altas horas de la madrugada. Una ducha rápida para todos y a ponerse la ropa más cómoda posible, el día parece caluroso. Sólo hay un cuarto de baño, lo que impide la celeridad que desearían, aún así están listos en sólo 45 minutos.

Estos tres jóvenes aficionados a las motos llegaron el viernes al mediodía desde Puebla de la Calzada, un pueblo de Badajoz. En Valdelagrana tienen un piso alquilado a pie de playa para pasar el fin de semana disfrutando del ambiente de El Puerto. «Es abusivo, pagamos 600 euros por tres días, pero muchos se aprovechan de que si no lo pago yo, otro lo hará» se queja Raúl.

Cuando se enteraron al llegar que el centro de la ciudad, donde tantos buenos ratos pasaron en años anteriores, estaba cortado al tráfico, se llevaron una pequeña desilusión. Sin embargo, prefirieron optar por disfrutar del ambiente y el buen tiempo.

Es la una y media de la tarde y se ponen en marcha. Siguiente destino, el centro. Quieren ver a su amigo Isidoro, un camarero que conocen de otras Motoradas y que trabaja en un asador céntrico de la ciudad. Cuando llegan, nueva desilusión, tienen que pagar tres euros por aparcar la moto. Con el enfado en el cuerpo llegan al restaurante, pero está lleno y tienen que esperar. Buscan a su amigo pero no lo encuentran. Para hacer tiempo piden una cerveza en la barra.

El hambre azuza, ya son las dos y media. Por fin se sientan. Un plato de patatas fritas es la mejor compañía para un buen asado de carne.

Los guardarrailes y el fútbol centran la conversación del almuerzo, así como las anécdotas de la noche anterior, «moteras guapas y muy buen rollo» dice Raúl. Este es el cuarto año que vienen al Gran Premio de Jerez, aunque en esta ocasión no tienen entradas. «Estuvimos hace dos semanas en los entrenamientos de Irta y ya vimos suficientes motos, ahora queremos disfrutar» explica Alejandro.

En cuanto terminan de comer se van a un bar cercano para tomar un café y «lo que se tercie». Son las cuatro. En el local «hay unas camareras de vértigo» dice José.

Pasadas las seis y tras varios «refrigerios» van al encuentro de unos amigos que han venido de un pueblo cercano, Montijo.

Los planes son claros, disfrutar al máximo. «Luego, sobre las diez, volveremos al piso a ducharnos y a cenar algo de pescaito frito», explican. La intención es volver al centro cuanto antes y dejar la moto aparcada a la entrada de la ciudad. Luego, a pasar otra noche «inolvidable, pero con moderación».

Todavía tienen muchas horas por delante antes de volver a casa.