Oídos a prueba de petardos y acelerones
Actualizado:«Cierro las ventanas, las persianas y ya estoy acostumbrada». La propietaria de la vivienda desde la que se realizó la medición sufre la Motorada como los soldados su cañón. «De unos años a esta parte, se notan menos motos, pero al principio, era insoportable», destaca.
«Hay momentos en los que resulta insoportable, y aunque el viernes no fue de los peores, el sábado fue una tortura», agrega su vecina de escalera, una joven de unos treinta años de edad. «No me molesta que se reúnan para divertirse, pero sí que causen molestias gratuitamente haciendo el cafre, tirando petardos y quemando rueda», recalca esta joven. Una vez más, choca el derecho al descanso con el de la diversión, si es que éste puede ser considerado como tal.