Biobancos
Actualizado:Según Bertolt Brecht, sólo hay algo peor que atracar un banco: fundar un banco. Quizá no se hubiera opuesto a la creación de estos sitios donde en vez de almacenar dinero se almacenarán células troncales.
Nuestro Gobierno prepara una ley de investigación biomédica que hará posible, si algunos no lo imposibilitan, la activación de óvulos por transferencia nuclear con fines científicos. En Europa, únicamente Reino Unido, Bélgica y Suecia permiten la clonación con objetivos terapéuticos.
Esto de la clonación está al caer. Se anuncia desde el primer balido de la oveja Dolly, que en paz descanse. Si se ha podido hacer con una oveja, cómo no va a ser factible con seres humanos, que son en gran número como carneros que topan siempre con las mismas guerras, los mismos conflictos y las mismas querellas.
Quizá esté equivocado, pero siempre he estado persuadido de dos cosas: de que toda persona es única y de que hay muchas que están repetidas. En ese sentido, la clonación no supone ninguna novedad. El miedo de la bioética es la manipulación de la prodigiosa posibilidad, o sea, el regreso del monstruo del doctor Frankestein pasado por un centro dermatológico.
Queda prohibido de manera clarísima crear embriones para investigar, pero ya sabemos lo que ha venido ocurriendo con otras prohibiciones no menos diáfanas, desde la de fumar hasta la de mear en la pared.
Los obispos españoles consideran que tanto la clonación reproductiva como la terapéutica «atentan contra la dignidad del ser humano».
Para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha constituido una buena noticia. Para ellos y para muchos más lo que atenta contra la dignidad es ponerle trabas a los avances de la ciencia. Aunque no se sepa donde está la llegada.