Algunos no aprenden
Actualizado:Trabajan en lo que les gusta. Económicamente, sobrepasan la media con creces. Son admirados por la masa seguidora y suelen ser perdonados cuando se equivocan, porque para echar culpas, siempre tenemos a Ayza Gámez y compañía. Lo más fácil para un aficionado es acusar al árbitro cuando nuestro equipo muestra síntomas de impotencia. Ocurrió en Carranza con Rubinos Pérez. El colegiado cometió errores, que no influyeron en el resultado, pero fueron suficientes para ser el blanco de las críticas, cuando creo que los culpables del cero a cero eran o, mejor dicho, son otros.
Ni que decir tiene que los futbolistas no ayudarán nunca a un árbitro. Las excepciones son contadas. La prueba más evidente y sangrante la del Calderón. ¿Cómo es posible que los jugadores del Atlético le recriminasen a Palop el ser objeto de una agresión por parte de los de siempre?, ¿cómo es posible no avergonzarse de ese comportamiento?, ¿cómo es posible que no intentasen amansar a las fieras?, ¿cómo es posible que Petrov impidiese la salida del toldo para proteger al trío arbitral?, ¿cómo es posible que, una vez reanudado el encuentro, los colchoneros no luchasen por el empate y se decantasen por dar patadas que provocaron que al final terminara con ocho?, ¿cómo es posible basarse en una supuesta provocación del contrario para justificar a los tuyos? Pues fue posible porque todo ocurrió y el club se ha visto en la necesidad de pedir perdón, un gesto que aplaudo, aunque aplaudiré más cuando prohiban la entrada a los bárbaros.
Aunque les pese a los profesionales, el árbitro es la máxima autoridad en el campo y, hasta que ésto no cambie, hay que acatar sus órdenes. A veces es injusto, igual que cuando nos multa un poli chulo y maleducado. Recomiendo templar los ánimos, respirar profundamente y solicitar la hoja de reclamaciones, aunque a veces no te hagan caso...si no, que se lo pregunten al encargado del restaurante Balandro.