Tribuna

Aprender para mejorar

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La crisis que se ha generado en el Hospital de Puerto Real a propósito de la iniciativa a título personal de un facultativo debería servirnos para analizarla y procurar extraer enseñanzas que sirvan para mejorar la Sanidad Pública.

El doctor Carnero, cirujano con más de 30 años de dedicación al SAS, sintiéndose menospreciado por el gerente del hospital, decide colocarse en el hall de entrada con una pancarta en la que se leía: «Gerente Dimisión. Por mi dignidad». Magnífico. De forma inmediata se suman a su protesta muchos compañeros, sin saber bien a ciencia cierta de lo que se trataba, pero seguros de que había razones para esa reivindicación. Conocían al doctor Carnero desde hacía años, sabían de su calidad humana y profesional, de su honestidad y sin entrar en más detalles hacían público su apoyo. Posteriormente, en las horas siguientes, se sumaban múltiples servicios, ya reivindicando sus propias peticiones, demostrando que el malestar que evidenciaba el reivindicador inicial era compartido por muchos trabajadores del hospital. Sin embargo, hasta ese momento, existía una desmoralización colectiva evidente, una impotencia más o menos manifiesta con una convicción extendida: no se podía hacer nada ocurriera lo que ocurriese en cualquier lugar del centro hospitalario. Gracias Fisco, por despertarnos y devolvernos nuestra autoestima y además por poner en evidencia que las personas son importantes en los sistemas públicos.

Las formas de gestionar son pieza clave en la complicada tarea de dirigir centros sanitarios públicos. Los trabajadores son personas adultas y, en muchos casos, con largas trayectorias humanas y profesionales. Por eso, «las formas colegiales» de castigar o amenazar o intimidar o simplemente de «estar de acuerdo con la dirección» sin discutir o consensuar, además de la cualificación moral que puedan tener, sólo generan conflictos sin obtener resultados. Es imprescindible plantear de forma abierta y transparente las decisiones o proyectos que las direcciones tienen previstos desarrollar en los distintos órganos de participación para conseguir aglutinar esfuerzos.

Uno de los problemas que tiene el sector sanitario público andaluz es que cuando se transmite a sus profesionales una decisión de la Administración se ve como que responde a intereses políticos o partidistas en lugar de sentirse como una posibilidad de mejora en la eficiencia del servicio sanitario. En ese contexto situamos el tema de las listas de espera. La gestión que históricamente se ha llevado a cabo con ellas es que, frecuentemente, en períodos pre-electorales, se ha procurado maquillar las cifras de ciudadanos que esperan ser atendidos o diagnosticados. Para ello se han destinado grandes cantidades económicas a sufragar las llamadas popularmente «peonadas nocturnas» (pagar para que en horarios de tarde y/o de noche se consigan resultados muy lejos de los que se consiguen por las mañanas). Además, esta iniciativa nunca ha sido transparente en sus criterios; existen diferencias entre centros y, por si fuera poco, han generado confrontación interna: ¿qué pasa con aquellos servicios o unidades que no tienen listas de espera? Se trataba de parchear en lugar de acabar con las causas que originan esas listas de espera.

Pero dicho todo lo anterior, queremos destacar de forma nítida que la obligación de los equipos directivos debe ser conseguir el mayor rendimiento posible de todos los servicios con los recursos que existan en cada caso. La existencia de las listas de espera es una vergüenza para el sistema sanitario y para sus profesionales. No por intereses partidistas o por impedir que critique la oposición, sino pensando en las repercusiones que tiene en cada ciudadano. Los servicios tienen que estar a tope en horarios ordinarios. El problema es que para conseguir este magnífico objetivo es imprescindible que políticos, equipos directivos, trabajadores y ciudadanos estemos en el mismo barco y tiremos todos de la cuerda en la misma dirección. Los intereses sectoriales son un enemigo terrible para la sanidad pública. Por cierto, otro elemento fundamental para conseguir estos propósitos es que los responsables intermedios (jefes de servicios, secciones, unidades, etc) estén implicados al máximo con esos objetivos. ¿Para cuándo la aplicación inmediata de las incompatibilidades entre los sectores sanitarios públicos y privados? Que alguien nos explique una sola razón, en defensa de la sanidad pública, para no hacerlo.

Aprovechemos el impacto que ha conseguido la decisión del doctor Carnero para huir del pasotismo o la desmoralización que estaba cundiendo en muchos centros sanitarios, para revitalizar la participación de todos con un único objetivo: conseguir que la sanidad pública sea la mejor posible con los recursos que tenemos y que toda la sociedad se siga sintiendo orgullosa de tener el mejor sistema sanitario público del mundo.