Lluvia de orejas y de rejones
No hubo rigor en la de rejones, un festejo en el que destacó la labor de Diego Ventura para bien y el percance de un caballo de Sergio Galán
Actualizado: GuardarSe les fue la mano a los del palco y se repartieron orejas a pares y espuertas. Cinco: dos para Rui Fernandes, que se llevó el toro de mejor nota y más fondo de la corrida, otras dos para Andy Cartagena y una para Sergio Galán. Sobraron casi todas. Se quedarán en la estadística, no en la memoria. Lo que quedará en la memoria será, posiblemente, la nota negra. Fue que cuando citaba Sergio Galán citaba para clavar un tercer arpón en banderillas, el caballo le hizo un extraño, pareció hundirse en la arena, que estaba densa y remullida, perdió el firme, cayó de costado y en ese instante se le arrancó el toro a la panza y lo alcanzó de lleno.
Tres cornadas. Una en el cuello, dos en el vientre. El caballo reaccionó de valiente y de bien domado. No fue fácil el quite porque el toro se cebó con la presa y no atendió. Salió a defender el caballo herido todo el mundo. Antonio Domecq, que fue el primero en llegar, se llevó un trompazo en el costado.
Nervioso tras el percance, Galán trató de volverse a montar en el caballo herido. La gente, que llevaba aplaudiendo sin parar desde casi antes de empezar la corrida, se lo reprochó severamente. Con todo, Galán tuvo luego serenidad suficiente como para, sobre montura distinta, volver a tomar por delante los viajes del toro, que se asustó mucho con el quite en masa y recobró después un noble son.
Buena doma
Rui Fernandes, con buena cuadra, hizo desigual faena al toro de la tarde, pero una clavada de frente en el mismo platillo tras un limpio ataque templado fue, probablemente, el mejor detalle de toda la corrida. Los alardes de doma y la buena exhibición de aires rindieron la incontenible euforia de la inmensa mayoría. La plaza estaba casi llena. Y valía casi todo. Hasta el rejonazo tan trasero de muerte con que Rui se deshizo del toro. No contó que Rui dejara emplearse con exceso a un banderillero que molió a capotazos al toro tal vez porque lo vieron bravo todos.
Pero no fue el único que entró en tales maquinaciones. Un banderillero de Antonio Domecq la emprendió a trapazos con el primero de corrida y lo dejó molido. Antonio, con su excelente estilo de siempre pero no en su mejor forma, se tomó infinitas cautelas para entrar con el rejón de muerte y acertó a la penúltima. En tarde de no demasiados excesos, las piruetas de Domecq y un par suyo de frente, sumaron méritos. Cartagena, a disgusto al principio porque su toro berreó y echó la cara arriba entonces, se asentó en banderillas y se lució en clavadas a violín. Cuando el toro vino a más de verdad, Andy pareció conformarse con lo justo. Una gran estocada valió dos orejas, dos.
Lo más redondo corrió a cargo de Diego Ventura: de su empeño por galopar de costado en distancia mínima, de templarse dando ventajas al toro o de prodigarse en los galopes a dos pistas. Su personal balanceo en banderillas se celebró. Y sus piruetas y lanzadas. Espectacular y serio todo el trabajo. Pero se atascó la espada y el toro se negó a echarse. Voló el premio. Sergio Domínguez sacó cuadra buena, y de ellas saldrá provecho en su día, pero pecó de clavar muy despegado, de castigar demasiado en el primer tercio y de marrar en banderillas. Se desinfló la gente. Porque hasta en las corridas de rejones pasa a veces eso.