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LA PALABRA Y SU ECO

Paz de todos

JOSÉ RAMÓN RIPOLL
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El anuncio por parte de ETA de un alto el fuego permanente es un acontecimiento histórico del que todos los demócratas deberíamos sentirnos satisfechos. Después de tantas décadas de terror, es lo mejor que podía ocurrir para el cese definitivo de la violencia con la que los miembros de la organización han asesinado a inocentes, destrozado a familias enteras y causado distorsión y desasosiego a una gran parte de la ciudadanía. ETA es un virus mortal que la sociedad lleva dentro y que ésta se ha afanado en eliminar con la ayuda de todos. Pero, como en muchos casos clínicos, hay veces que la mejor solución consiste en buscar procedimientos adecuados para convivir con la enfermedad sin que llegue a matarnos. Se entiende por convivir en mantener el mal y el dolor lo suficientemente controlado para que nos permita hacer una vida normal. Sería absurdo exigirle a los investigadores del cáncer o del sida todo o nada: que acaben de raíz con el problema o que se dejen de experimentar. En este caso, la experimentación se llama diálogo, esperanza y colaboración mutua entre todos los agentes implicados en el proceso, y ayer Zapatero, con la prudencia que requiere el momento, dio además muestra de una absoluta generosidad política. Bien podría haber tratado de rentabilizar personalmente el primer fruto de una estrategia diseñada por su gabinete y criticada hasta la ignominia por la oposición. Bien podría haber sacado a relucir las manifestaciones partidistas, no contra ETA, sino contra la actitud dialogante del Gobierno. Bien podría haber recordado la frase vil que, coreada por miembros del Partido Popular, decía aquello de «Zapatero, vete con tu abuelo». Pero no, el presidente, no sólo ha tendido la mano a quienes le han puesto zancadillas a cada paso que ha dado por la consecución de la paz, sino que les ha mostrado la necesidad de que esa paz sea elaborada por todos. La diferencia es que mientras unos tratan de arrebatarle cualquier tipo de representatividad, él otorga a sus opositores la representación conferida por todos sus votantes.

No querría yo pensar en que hubiera alguien que prefiriese un bombazo al inicio de un proceso de paz. Muy mezquino y miserable habría que ser para desear antes una catástrofe general que reconocer el buen trabajo ajeno. De estas personas depende que la victoria sobre el terrorismo sea de todos. Sin señalar a nadie, ayer vi caras circunspectas en el hemiciclo. Lo que podría ser el comienzo de una alegría nacional parece que puso triste a unos cuantos. Quizás sean esos rostros los que tienen que cambiar para poder empezar una nueva etapa capaz de restablecer la concordia y el debate de ideas. Hasta aquí se ha llegado pese al insulto y la falta de apoyo en la lucha antiterrorista. Que no se diga ahora. Se les brinda una oportunidad. Que no se pongan tristes.