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El tic-tac interior

al binomio vigilia-descanso y a la actividad periódica del día y la noche

JAVIER LAVILLA
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Todo organismo tiene un ritmo vital impreso en su propia naturaleza que le lleva a actuar con una determinada cadencia. Pero el ser humano es capaz de imponerse obligaciones y desarrollar actividades que van contra el orden de ese biorritmo y lo alteran. Modificar la tendencia y los ritmos naturales de forma continuada puede acarrear consecuencias sobre nuestra salud.

El biorritmo natural suele ir unido estrechamente a la evolución del día y el comportamiento del sol. El ser humano es capaz de desarrollar la mayor parte de su actividad por la mañana, ya que el nivel de alerta es mayor nada más despertarse. Su capacidad para desarrollar una actividad física e intelectual disminuye poco a poco, hasta el momento de la comida. Tras él, se produce una cierta recuperación, pero durante la tarde continúa el declive hasta llegar al mínimo al entrar la noche. Así el organismo se prepara para el descanso nocturno.

Las radiaciones solares influyen en la secreción de neurohormonas muy relacionadas con el control de otros sistemas endocrinos encargados de imprimir en el organismo los cambios necesarios para enfrentarse a los periodos de vigilia y descanso. Entre esas sustancias producidas por el propio cuerpo humano destaca la melatonina, mientras que en la regulación endocrinológica del nivel de alerta influyen sobre todo sistemas controlados por las glándulas suprarrenales.

Ese control implica cambios no sólo en el nivel de alerta sino también en el metabolismo y capacidad para generar energía. De hecho, no sólo es una sensación de poder trabajar más o menos, sino que también determina cambios en diversas constantes del organismo, como la tensión arterial, que tiene su propio ritmo circadiano. Así, es más alta a primera hora de la mañana y alcanza su máximo nivel durante el mediodía, para disminuir progresivamente hasta llegar a un mínimo que coincide con la madrugada.

Sustancias relacionadas

La sustancia conocida como melatonina es un neurotransmisor producido en el cerebro, en la glándula pineal, en cuya fabricación influyen los niveles de radiaciones solares. La secreción de esta hormona también sigue un ritmo circadiano. Los niveles de melatonina se reducen con la edad.

Otras hormonas relacionadas con el biorritmo son fabricadas por las glándulas suprarrenales, situadas justo encima de los riñones y formadas por varias capas en las que se asienta la fabricación de hormonas esteroideas y mineralcorticoideas. Esas hormonas influyen en la capacidad del organismo para producir energía y metabolizar diversos nutrientes, además de regular el manejo de agua y minerales por parte del riñón, que de forma indirecta influirá en el comportamiento de otras variables como la tensión arterial. También sistemas hormonales como los tiroideos y otros más relacionados con el sistema nervioso simpático y parasimpático, como las catecolaminas, que asimismo influyen en el nivel de alerta.

El cambio horario de primavera que se realiza en muchos países supone corregir bruscamente el biorritmo. Los niños, las personas mayores así como aquellas con un estado de salud más delicado, toleran peor ese trastorno. De hecho, es habitual que alrededor de ese cambio puedan surgir algunas molestias, sobre todo en relación con cierta dificultad a la hora de despertarse, así como un mayor cansancio hacia el final del día.

El período de adaptación no suele prolongarse durante más de dos semanas. Sólo a veces puede llegar a ser oportuno tomar alguna medicación, con supervisión del médico, que ayude a regular el período de descanso.

El trabajo excesivo o realizado sin ningún control somete al organismo a un nivel de actividad que puede estar por encima de sus posibilidades reales. Llega a suponer un agotamiento progresivo que no se advierte hasta que las reservas se gastan. Por ello es importante aprender a conocerse y valorar las posibilidades reales a la hora de desplegar un determinado nivel de actividad.

Las personas que trabajan durante la noche deben modificar de forma importante el biorritmo natural, con un período de vigilia en momentos para los que el organismo no está preparado.

Pero también es cada vez más habitual entre los más jóvenes disfrutar los fines de semana de horas de diversión que se prolongan a lo largo de casi toda la noche. También los estudiantes se obligan a veces a mantener una elevada capacidad de concentración durante el horario nocturno. Esos cambios imprimen un ritmo de vida particular que, si no se controla adecuadamente, puede producir trastornos en la salud.