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VUELTA DE HOJA

La próxima

MANUEL ALCÁNTARA/
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Las tierras áridas siempre han sido fecundas en profetas. Podría pensarse que ha existido una cierta relación entre la sequía y el pronóstico del futuro. Las regiones arboladas propician menos adivinos. En la Biblia, que yo recuerde, no aparece nadie que se haya perdido en un bosque, pero la verdad es que en todas partes se han dado contemporáneos que estaban seguros de lo que iba a suceder en otras épocas.

Los profetas pesimistas, es justo reconocerlo, se apuntan un mayor número de aciertos que los que tienden al optimismo más o menos moderado. Otros deben su fama a la pésima memoria de quienes creyeron en sus vaticinios. La astrología ha tenido tantos partidarios como los crecepelos.

El romano Catón el Censor se libró de la credulidad y se preguntó cómo puede aguantarse la risa un augur cuando se encuentra con otro. Pues bien, los arúspices de nuestro tiempo colocados en el Banco Mundial acaban de profetizar que las guerras del siglo XXI se librarán por el agua.

Habrá más guerras, eso está claro, pero algunos discrepan del motivo. ¿Será el combate de revancha de Las Cruzadas y se planteará entre el Islam y Occidente? Einstein tenía por seguro una cosa, fuese una u otra la causa: que la próxima se haría con piedras. La Guerra Mundial será la última, dada la capacidad de destrucción alcanzada por la humanidad, que es sin duda una prueba de la inteligencia del homo sapiens. Después empezará de nuevo todo, ya que siempre que se pisotea un hormiguero hay supervivientes.

También entra dentro de lo posible, ya que en lo posible cabe todo, que sea por el agua. Está muy mal repartida, pero la sed es igual para todos. Sería una forma de regresar al origen. El comandante Cousteau, ya saben, el del batiscafo, decía que «somos agua de mar organizada».