Primavera, por Manolo Santander
Actualizado: GuardarPor fin ha llegado la primavera, la época de las flores. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan, que sí, que no, que caiga un chaparrón. Y según dice el refrán, la primavera la sangre altera. Pues vamos a ver si es verdad y se le mueve algo por dentro a los nuestros, porque si no, chungo. El invierno ha sido duro y los chaparrones nos han dejado un tanto chigüatos, pero ya ha pasado y ahora llega el tiempo de las flores, todo florece, todo toma vida. Pues a ver si es verdad, pues estamos más muertos que vivos. Ya se pueden ver por ahí a los cadistas arrancando las primeras margaritas para deshojarlas diciendo: bajo, no bajo, bajo, no bajo.... ¿Ay omaíta! Claro, como ya no sabemos a quién echarle la culpa, se la vamos a echar al invierno ¿Pues ya pasó!! ¿¿Alegría!! Y como todo lo verde florece, a ver si florece también nuestro Espárrago, y le sale una flor en el culo. Perdonen la expresión, pero por ahí dicen que es señal de buena suerte. Pues eso, que al nuestro le salga un ramo en dicha parte, porque de suerte nos va a hacer falta un camión. Aunque como la suerte yo creo que hay que buscarla, lo suyo es que Espárrago le echara encima un par de huevos. Y no crean ustedes que quiero que cambie sus famosas chuletadas por darle a la plantilla unas tortillas esparragadas, no, que aunque estas recetas tengan los mismos ingredientes es a otra cosa a la que me refiero. Y es que creo que nuestro entrenador, este invierno, no ha cogido un catarro sino que ha cogido una infección vírica de mieditis galopante, y eso no lo cura la penicilina, sólo lo cura una ingestión prolongada de huevos, y no precisamente de gallina.
Por lo visto en Mallorca la primavera se ha adelantado unas cuantas semanas, porque Manzano, su entrenador ha florecido antes, o sea, que le ha salido la flor en donde la espalda acaba desde que entro en el equipo. No ha perdido ni un partido todavía y el Mallorca que estaba con una ensaimada de dos pisos en lo alto, esta ahora mismo fuera del trío la, la, la, aunque sigue jugando igual de malamente y gana los partidos de pura chamba y de potra, pero gana que es lo que importa. Aunque, ahí están a tiro de piedra, y el mogollón abajo es tan gordo que si hoy le ganamos nos ponemos por encima de ellos, y Manzano se marchitará en un momento ¿Vamos joé! ¿Que el Mallorca no es el coco, que allí podemos ganar! ¿Dádnos una alegría, pishas! Lo que no podemos seguir es haciendo el primavera, porque sino va a llegar a Cádiz el verano antes de tiempo.
Yo no conocía a nadie que fuera o viviera en Mallorca, hasta hace dos meses, que empezó a pasearse por mi barrio una alemana llamada Lilí, la verdad es que no se ha comido mucho el coco en el nombre, que vive en Ibiza y que ha cogido cierta amistad con nosotros. Lilí ha venido a estudiar español y está alojada en un albergue juvenil que hay cerca de mi barrio. Es naturalista y está realizando un estudio titulado: Vida y costumbres de la coñeta de fango y su relación cósmica con la lapa de pelo. Y por eso está todo el día la gachí en la Caleta mirando las pozas. Aunque yo creo que a lo que ha venido es a fumarse el árbol del Mora. Lilí viste al estilo ibicenco, hippie, con trajes blancos de tela vaporosa, descalza con dos centímetros de mierda en los pies, que cualquier día agarra como una papa, lleva un peinado a lo duquesa de Alba y, aunque es rubia y muy alta, pertenece al ramo de las alemanas feas. Vamos que tiene toda la cara como un caballo en marcha atrás.
Bueno, pues resulta que cree en el esoterismo y esas cosas, y un día al entrar en nuestra peña del Cádiz en la Viña, dice que notó que había mucha energía negativa acumulada y que por eso no ganábamos. Y nos convenció para hacer una sesión para darle entre nosotros todas nuestras energías positivas. Un día tonto lo tiene cualquiera, y tragamos. Así que el Emilio, el Curriqui, el Sandalio y yo nos pusimos a preparar la peña para el rollazo. El Emilio trajo bengalitas de esas de los conciertos y empezó a quemar romero y a decir «¿que salga lo malo y que entre lo bueno!». El Curriqui trajo las velas. Como el hijo sale en tres cofradías, y no sabe si matarlo o pedir una paga por él, tiene una colección de cirios y se los mangó. El Sandalio puso los tubitos de metal que suenan cuando abre la puerta de su casa, y yo la música, como no encontraba nada místico ni oriental llevé un disco de Emilio el moro, que raro es. Cuando teníamos el local ambientado, las luces apagadas, las velas encendidas, el humo, las bengalas, el ruidito de los tubitos y Emilio el moro, apareció Lilí. Venía vestida como la bruja avería y con un morazo pa no dar dos viajes. Nos miramos y dijimos «¿cómo le hemos hecho caso a esta que esta como una cabra?».
Después de pegar dos o tres saltos y de hacer unos ruidos muy raros con la boca, nos dijo que nos sentáramos en el suelo con las piernas cruzadas, la típica postura yoga, en círculo y que, cogidos de las manos gritáramos «¿Cádi, Cádi, Cádi!». Pa vernos. Claro, y pasó lo que tenía que pasar. Por la falta de costumbre a mí en esa postura, se me montó el tendón del dedo chico del pie, con lo que duele eso, y Emilio me tuvo que llevar en borricate hasta el Olivillo.
Bueno, voy a resumir porque la historia es larga, la sesión acabó conmigo tirado en la camilla del Olivillo, Emilio con un collarín por un pinzamiento en las cervicales de cargar conmigo, el Curriqui escondido para que el hijo no lo encuentre y el Sandalio, que se ha enamorado de Lilí hablando con las gusanas de canutillo en la Caleta. Pero no importa, porque creo que la sesión ha surtido efecto, porque nosotros hemos cargado en nuestro cuerpo con toda la energía negativa acumulada. Así que ya no hay excusas ¿A ganar pishitas! ¿Que llegó la primavera! ¿El renacer de la vida! Y olé.