Editorial

Negligencia

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La Guardia Civil había detectado, meses antes de que en España saltase la alarma de la nueva «vía Mauritania» empleada por los emigrantes subsaharianos ilegales hacia las Islas, que se estaba produciendo una auténtica catástrofe humanitaria -con un número de ahogados entre 1.200 y 1.700 en sólo 45 días- en las peligrosas aguas del Atlántico. El informe elaborado por el Instituto Armado se encabezaba con el expresivo titulo, Inmigración: Fallecimiento masivo de inmigrantes. Aquella información, por diversas razones, no se hizo llegar al Gobierno, impidiendo que se tomasen entonces medidas de prevención y control que podrían haber evitado seguramente muchas desgracias, hasta que recientemente la alarma desde el archipiélago activó los mecanismos de cooperación y vigilancia. La indiferencia o la negligencia de los agentes al mando del general Gómez Arruche no se pueden pasar por alto en la medida en que evidencian un fallo en cadena en un tema, como la inmigración, cuyo descontrol general plantea un doble problema: el de la «invasión» de Canarias por frágiles cayucos cargados de subsaharianos y magrebíes procedentes de Mauritania y el humanitario, ya que un porcentaje muy de inmigrantes están perdiendo la vida en el intento.

A la luz de los hechos, es preciso investigar ahora por qué aquella valiosa información no fue comunicada al Ministerio del Interior y, por ende, al Gobierno. Pero, sobre todo, es pertinente inquirir las causas de que el Ejecutivo no hubiera previsto lo que parecía no muy difícil de imaginar: que las crecientes trabas opuestas por Marruecos a las mafias de la inmigración y a los propios aspirantes a viajar a Europa desplazarían antes o después el negocio a los países limítrofes. A Mauritania en primer lugar. De hecho, el ministro Moratinos, que viajó recientemente a varios países africanos para impulsar acuerdos de readmisión de inmigrantes, ni siquiera incluyó a Mauritania en su periplo.

Las políticas de inmigración requieren evidentemente adaptarse a las circunstancias cambiantes del problema, pero, para ser útiles, necesitan también ir acompañadas de previsiones fiables, que permitan arbitrar respuestas lo menos improvisadas posible. Para eso crean los Estados modernos sus servicios de información, que lógicamente no tienen utilidad alguna si, como es el caso, sus informes no son ni siquiera tomados en consideración. El Gobierno debería percatarse de que la inmigración es un problema que debe gestionarse con los medios necesarios y con un mínimo sentido de la anticipación.