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Pérez-Reverte reflexiona sobre los horrores de la guerra en Jerez

DANIEL PÉREZ/JEREZ
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El escritor de Cartagena dedicó la mayor parte de su intervención de ayer en González Byass, supuestamente destinada a presentar su libro, Pintor de Batallas, a reivindicarse a sí mismo, como escritor que tiene todo el derecho a «evolucionar», sin que ello implique ningún tipo de rendición o renuncia. «Esta novela necesitaba madurez, tenía que ser escrita ahora, no me hubiera salido ni antes ni después, por eso es tan reflexiva».

Es cierto que el joven «tocapelotas» de los treinta años, se ha convertido en un «tocapelotas» diferente, más tranquilo, quizá, pero igualmente subversivo en sus argumentos y en sus motivaciones, aunque practique una especie de rebelión homologada, de herético a nómina, avalada por 250.000 ejemplares de tirada inicial. «La fotografía ha muerto», sentencia, delante de una troupe de foteros que le buscan el perfil, y se queda tan pancho.

En Pintor de batallas, Pérez Reverte ha optado por una trama «sencilla», construida de una manera muy compleja, con la que ha tratado de reflejar el «mismo remordimiento que me consume desde hace años por haber visto de cerca el espanto de la guerra, el dolor humano, y no haber hecho lo que debiera». Pero advierte: «No soy el único culpable, vosotros tampoco lo habéis hecho. Recordadlo».

Catársis

En este sentido, la novela actúa como catársis, aunque rechaza categóricamente la etiqueta de «autobiográfica». «No es mi vida, yo no soy el protagonista, pero está claro que uno sólo escribe de lo que sabe, de lo que vive, de lo que ha leído o de lo que ha soñado».