Espeleta
Actualizado: GuardarIgnacio Espeleta Mondragón, así se llamaba este gitano que tenía bastante facilidad de palabra y contaba con una gracia innata, que el estar sólo con él un rato era estar riéndose todo el tiempo, por ello era muy frecuente que le avisaran para muchas fiestas, sobre todo flamencas, que se celebraban en nuestra ciudad e incluso fuera de ella, ya que se convertía en el verdadero animador de la fiesta debido a su gracia. La verdad era que al trabajo Ignacio no le tenía mucho cariño, al contrario que casi todos los gitanos de Cádiz, que han sido y son unos extraordinarios trabajadores y comerciantes auténticos señores y totalmente adaptados de siempre a nuestra sociedad. Ignacio estuvo un poco de tiempo trabajando en el matadero, para más tarde colocarse en un sitio más cómodo como era el Ayuntamiento, creo que de guardajardines.
En lo que Ignacio era un fuera de serie era comiendo. En una ocasión vinieron de Sevilla unos amigos suyos para pasar el día con él y escucharle algunas de sus ocurrencias, así que se fueron a tomar unas copas con sus correspondientes tapas y más tarde se fueron a comer juntos. Ignacio solía decir que a él era más barato comprarle un traje que convidarlo a comer. De esta forma se fueron a almorzara un restaurante de la calle de la Rosa que se llamaba Villa de Madrid, sitio este muy popular sobre todo por las noches ya que casi no cerraba y acogía a todos los que les daban las tantas en la calle. Parece ser que el bueno de Ignacio se comió media docena de huevos a la flamenca, dos patas de cabrito al horno, una tortilla mixta (especialidad de la casa), dos filetes empanados y seis flanes, todo esto acompañado de su correspondiente vino y pan. Se tomaron el café en la sobremesa y marcharon para acompañar a Ignacio a su casa, se despidieron en la plaza de San Juan de Dios, y los sevillanos se marcharon para la estación a tomar el tren para Sevilla. Ya por el muelle uno de los amigos le dice a los otros que tiene un cargo de conciencia por «lo que ha comido este hombre y temo que pueda ocurrirle algo al hacer la digestión, así que vamos a ver cómo a llegado». Llegaron a la casa y lo llamaron a voces por el patio, salió por el corredor de la casa de vecinos una señora que era su esposa y ellos le preguntaron cómo estaba Ignacio, a lo que les respondió: «Ignacio ha llegado hace un ratito, ha comido y se ha acostado a dormir la siesta».
Cuentan que fue el que sacó aquella muletilla de las alegrías de Cádiz de «trirititran tirititran», y que fue en una ocasión que su compadre Sánchez Megía le preguntó por una letra de unas alegrías y no se acordaba de ella y salió con esa muletilla. Ignacio Espeleta Mondragón fue un buen cantaor.