El Hermano Justo, un sencillo servidor de su pueblo
Actualizado:El Hermano Justo ha sido uno de esos personajes cabales que nos han transmitido mensajes aleccionadores, no sólo mediante las explicaciones que nos ofrecía en sus clases, sino también a través del ejemplar testimonio de su vida e, incluso, de las enseñanzas que nos ha proporcionado en la manera apacible de asumir la enfermedad y de aceptar la muerte. Los potentes ecos del magisterio de su coherente conducta son aldabonazos que nos despiertan de nuestra apática negligencia y que contrarrestan ese murmullo ensordecedor de los sinuosos ríos enfangados por la desidia, por la violencia y por la codicia.
El Hermano Justo ha sido para muchos de nosotros un ejemplo vivo de compromiso vital con el pensamiento, con la enseñanza y con la fraternidad. Con sus actitudes diáfanas, con su sencillo estilo de vida y con la generosidad con la que puso a disposición de los demás su persona, su tiempo y sus talentos, nos ha definido, resumido y encarnado el valioso servicio que los Hermanos de las Escuelas Cristianas ofrecen a los menos afortunados.
Su vida dedicada a la enseñanza y a la difusión de las propuestas básicas del Evangelio constituye una amable invitación para que revisemos los presupuestos en los que se han de apoyar las actividades pedagógicas e, incluso, la renovación de los contenidos y de los métodos de transmisión de información y de propuesta de valores. Hombre dotado de fina sensibilidad, de exquisita delicadeza y de depurada ternura, supo responder con generosidad, con sencillez y con tesón a la noble llamada de la vocación docente.
El profundo dolor que nos ha producido la noticia de su muerte en Granada nos estimula para que nos esforcemos en mantener en nuestra memoria sus incesantes llamadas para que, con valentía y con generosidad propongamos un modelo de hombre libre, laborioso, crítico y solidario.
Sus alumnos, sus compañeros y sus amigos, le expresamos nuestra gratitud por la labor desarrollada en nuestra Ciudad y le aseguramos que las profundas convicciones morales y principios evangélicos que nos transmitió y que tan hondo han calado en nuestras conciencias, permanecerán grabadas como tatuaje indeleble en nuestras mentes y en nuestros corazones. Que descanse en paz. / J. A. HERNÁNDEZ GUERRERO