Crónicas repelladas de José Monforte: El Serrat de Pintor Zuloaga
Joaquín Quiñones lleva más de 25 años escribiendo letras para la fiesta manteniéndose siempre en lo alto de la clasificación
Actualizado:Cada uno tiene sus músicas de juventud. En mis tiempos todos moriamos con el grupo Mecano. Lo ponían en todos los pubs esos y coreábamos las coplas con más gallos que una comparsa de San Sadunit de Nolla (iji, quieto ahí que esto tiene rima consonante). Reconozco que yo en la calle, por las noches, cuando había que vacilar con las pibas y todas estas cosas, decía que me sabía tendido en mi habitación hasta en serbo croata y me ofrecía voluntario para cantarla acompañándome con un zapateado. Pero eso era en la calle, en verdad cuando yo estaba tendido en mi habitación el sonido de fondo no era Mecano, mentira poría, el sonido de fondo se llamaba pasodobles de Joaquín Quiñones, que sonaba a todas horas en mi recién estrenado radiocasset estéreo. Todavía Mp3 era el nombre de un robot.
Pero el otro día en el teatro, hablando con José Manuel Sánchez Reyes, compañero de Diario de Cádiz, amigo y hermano de Satu Sánchez Reyes, compañero de clase y de pasiones carnavalescas de colegio, nos confesamos que los dos fuimos adolescentes depravadores de pasodobles de Quiñones.
Cuantos pasodobles te destroce Joaquín a pleno grito y, además, a la hora de la siesta, que era la que yo prefería para interpretar con el fondo de los cassettes de Izquierdo, otro de esos héroes de la fiesta que se hartó de grabar cintas en los tiempos que todavía el negocio sólo había hecho comenzar, mis afamados conciertos en do malsonante a grito pelao.
Joaquín, salvando las distancias, era mi Joan Manuel Serrat particular. Serrat contaba historias cotidianas, cada loco con su tema, y Joaquín es el Serrat de Cádiz, el Serrat de la calle Pintor Zuloaga porque también cuenta esas historias del día a día, de las que pasan por tu lado sin llamar la atención más que a los pejigueras del detalle, a los observadores de calle como Quiñones. Dirán que son historias sensiblonas, pero quillo a mi me gustan y lo digo a boca llena, como María La Hierbabuena cuando dice su grito particular. Yo me cantaba enteros los pasodobles de robots, los de los dioses del olimpo y una nana que le escribió Quiñones a sus hijas en Barrilete y que yo me coreaba a mi mismo, no había quien me aguantara, no con afán de dormirme, sino más bien por liberarme un ratito del coñazo de los libros y del paripé de estudiar.
Pero mi canción favorita, la que llegué a silbar en el autobús de la plaza España a Cortadura y la que cantaba boca pa dentro en las aburridísimas clases de religión era una de Dioses del Olimpo que contaba la historia de Carmen la de la trenza, una mujer de casa de vecinos, que lamentaba ser ahora, que se ha ido a vivir a un despersonalizado bloque de pisos, la del séptimo derecha.
José Manuel Sánchez Reyes me decía que Joaquín es el mejor escritor de historias cotidianas que hay en Cádiz y es verdad. Sé que el sueño del capataz de Tabacalera, porque Joaquín ha trabajado toda su vida allí, hubiera sido ser periodista y, en cierta manera lo es, aunque muy de Cádi, Joaqui, porque más que saca un periódico al año...a ver si sacas un suplemento en verano, coóne.
Joaquín es uno de los pocos letristas que hay en el Carnaval de Cádiz. Es de los que necesita que le hagan la carretera para poner su coche y la verdad es que ha formado pareja de pasodoble con grandes de la fiesta como Aurelio del Real, Pepe Martínez o El Noly, su último ingeniero de caminos y rey indiscutible, hoy en día, del tres por cuatro.
Tus detractores siempre dicen que de gracia tienes poca y que te gusta más un pasodoble a un muerto que a un niño un pirulí de la Habana, pero hay mucha gente en Cádiz que se sabe de memoria el famoso pasodoble del bombero, aunque luego con los amigos se cachondeen de tí.
Joaquín Quiñones es el premio a la regularidad del Carnaval de Cádiz. Repasando su página web he visto que desde 1980 hasta el 2006 tan sólo ha faltado un año a la cita con la comparsa. Pero además con el mérito de que no se le conoce ningún hijo maldito. Todas sus agrupaciones, unas más u otras menos, son recordadas y si no han estado en la final siempre se han quedado a las puertas.
Junto a Antonio Martín son los dos únicos grandes clásicos que perviven en la fiesta, aunque este año han estado acompañados de Pedro Romero y Antonio Busto, nombres muy relacionados con las comparsas y con letras de categoría, de las que se cantan tendido en la habitación, como hacia Aznar con el catalán, lo hablaba en la intimidad.
Este año con La Caldera, Joaquín Quiñones vuelve a presentar candidatura para estar en lo más alto y vuelve a escribir letras de ésas que se aprenden luego de memoria. Estoy seguro de que hasta los más críticos reconocen que, alguna vez, sin que nadie se de cuenta han cantado Yo robot, fruto de la imaginación y hasta haciendo la coreografía. Venga ya, vamo a confesá, a que sí...yo lo sabía.