LOS PELIGROS

Caín en la tienda de muebles

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Recordarán esa película de Berlanga en la que un pueblo, Guadalix de la Sierra, disfrazado entonces de Villar del Río antes de convertirse en la casa de Gran Hermano, se preparaba para darle la bienvenida a los americanos del Plan Marshall, que iban a traer la prosperidad y la riqueza al pueblo, aunque luego la comitiva pasara de largo en busca de mejor sitio. En Jerez, al contrario, hay políticos que han preferido recibir a pedradas a la comitiva, en este caso de suecos, que pretenden instalar una tienda de muebles IKEA en la ciudad, para hacerles ver, a las bravas, dos cualidades que adornan a mucha de la clase política española: la irresponsabilidad y la enemistad cainita, el preferir la tierra quemada, el que no se lo lleve nadie antes que un triunfo del adversario. Supongo que debe haber un término medio entre la indignidad (que, en la película, eran esos pobres castellanos disfrazados de flamencos para agradar al inversor) y el ataque de soberbia dignidad que algunos parecen defender ahora, minusvalorando la operación o cuestionando el beneficio que va a obtenerse.

Lo de la irresponsabilidad es preocupante. Parece como si algunos políticos jerezanos en la oposición siguieran creyendo que la multinacional sueca es una especie de ONG dedicada a surtir de muebles baratos a la humanidad. Siendo su ideología, curiosamente, tan comprensiva con los mecanismos del negocio, movido siempre por la búsqueda del mayor beneficio. Incluso IKEA. Es evidente que había que hacerles importantes concesiones, porque las ofertas de suelo eran muchas en la zona. Y de no ser en la Bahía de Cádiz, elegida exclusivamente porque les era rentable, que nadie dude que la empresa se iría a invertir a otro lugar, en cuanto el precio de ese suelo dejara de hacer rentable el proyecto. Que la popular García Pelayo diga que ella hubiese conseguido un mejor precio, además de indemostrable, es de una ingenuidad que parece olvidar que esa elección tuvo mucho de puja a la baja donde había otros competidores. ¿Qué se quiere transmitir? Que la alcaldesa no supo negociar y que la multinacional se va a aprovechar, por eso, de los jerezanos. Se les dice: esta gente va a pagar menos dinero del que vale el suelo y se lo va a urbanizar gratis el Ayuntamiento. Para reafirmarlo, se presentan unas cuentas poco ortodoxas donde se mezcla lo que paga el municipio con lo que deja de ganar (supongo que si se vendiera a una inmobiliaria), como si todo saliera de caja. Y como si el suelo industrial no estuviera subvencionado en todo el mundo. Naturalmente, a IKEA no le gusta aparecer como una explotadora de los jerezanos cuando viene aquí a hacer negocio. Una mala imagen tiene siempre costos de venta. La filial española ya se ha quejado. Veremos aún qué dice la central sueca. Porque aquí se olvida que el contrato definitivo todavía no se ha firmado. Sólo un protocolo marco de colaboración. Que, sin duda, se debió haber mostrado y explicado inmediatamente, para evitar suspicacias. Y para ahorrarse algo tan incoherente como que el socio de gobierno, responsable además de urbanismo, manifestara desconocerlo; lo que no le impidió, en su momento, atribuirse el éxito exclusivo de traer a Jerez la famosa tienda de muebles, sin que nadie se explique cómo se puede hacer una cosa sin conocer la otra. En esta misma semana, en Pulianas, una pequeña localidad satélite de Granada, se ha empezado ya a tramitar un Plan Parcial para los terrenos de su IKEA, con previsión de licencias en agosto, empezar las obras el año que viene y abrir en julio de 2008. Lógicamente, allí nadie le ha puesto pegas a un proyecto que supone el pleno empleo del pueblo. Aquí, no. En esta cadena sucesiva de deslealtades quien puede perder es Jerez si los suecos deciden abandonar el proyecto. De estas irresponsabilidades sólo se rinden cuentas electorales, y no siempre, aunque puedan suponer una pérdida patrimonial para todos. ¿Actuarían así si se les exigiera responsabilidad civil por sus actos? Porque no se trata sólo de hacerles pasar las de Caín al adversario.