Deforestación y muerte
Actualizado: GuardarLLa terrible catástrofe natural que se está viviendo estos días en la isla de Leyte, en el sur de Filipinas, responde -como la gran mayoría de este tipo de sucesos- a la convergencia de la falta de previsión medioambiental y de la imprescindible coordinación que requieren los recursos de salvamento que se deben activar en las primeras horas del desastre. Una vez más, esta ecuación implacable ha vuelto a mostrar la dureza con la que la naturaleza puede golpear cuando se olvidan las prevenciones básicas y se descuida la preparación técnica y humana de los equipos de rescate.
Cuando se desconoce aún el número real de víctimas que han quedado sepultadas por el alud de barro que en cuestión de segundos enterró un pueblo de casi tres mil habitantes -se barajan cifras por encima de los 1.400 muertos- y con los equipos de salvamento luchando denodadamente por localizar a los más de 200 alumnos se puede escuchar el relato de siete profesores de la escuela local, ahora bajo toneladas de lodo, recordando la impotencia para salvar vidas por falta de medios adecuados de los primeros efectivos del ejército filipino en llegar a la zona afectada, o los lamentos por haberse evacuado unos días antes el pueblo y haber regresado a la zona al pensar que el peligro ya había pasado. Ahora servirá de muy poco hablar de los riesgos de la deforestación indiscriminada de la ladera de la montaña bajo la que se ubicaba la aldea filipina, como lo fue en su momento de los manglares destruidos que hubiesen paliado considerablemente el efecto del tsunami de finales de 2004. Tampoco reconfortará a los familiares de los muertos y desaparecidos que se vuelvan a escribir cientos de líneas hablando de la importancia de la llegada de equipos de rescate altamente especializados en las primeras doce horas de la catástrofe. Dentro de unos meses, se volverá a hablar de colinas enteras que se desmoronan por falta de árboles que contengan el empuje de un torrente de agua y de un tiempo precioso perdido por los equipos de rescate especializados enviados desde los países occidentales en trámites burocráticos o en aeropuertos internacionales por falta de protocolos realmente ágiles ante emergencias transnacionales. En Guinsaugon ya es demasiado tarde, pero quizás no lo sea en la siguiente ocasión, que llegará.