Tiempo muerto
Actualizado:Eso de leer siete periódicos al día, si bien no de cabo a rabo, tiene la ventaja de comprobar cómo la misma noticia adquiere diferentes sesgos, según su valoración y sus intérpretes. Se da uno cuenta de que la actualidad sigue siendo una musa que padece, alternativamente, anorexia y bulimia. También tiene la desventaja de que se entera uno de cosas que no tenía la menor necesidad de conocer.
Claro que no siempre vamos a estar hablando de catástrofes naturales o artificiales, de las inundaciones de lodo o de las caricaturas de Mahoma. La realidad será muy respetable, pero también puede ser muy desagradable.
Nos tiene prisioneros y, como se sabe, la primera obligación de un preso es la de evadirse. No deben de experimentar ese deseo los científicos que intentan desarrollar una pastilla que reduzca la necesidad de dormir diariamente a sólo dos horas.
Dormir es un arte. Quienes lo dominan logran ser felices durante un tercio de sus vidas o algo más si superan las ocho horas, que son algo escasas. Para dormir bien hay dos requisitos indispensables: tener la conciencia tranquila o haberla domesticado para que ni muerda ni remuerda. También es preciso ahuyentar visitas inoportunas y pensamientos insurgentes.
En el sueño todo se desproporciona y desfigura, pero sobre todo hay que darle hora a los fantasmas particulares para que no comparezcan cuando ellos quieran, sino cuando los tengamos citados. Quiero decir que hay que intentar ser como eran los epicúreos o aquel caballero inglés al que le dieron una pésima noticia cuando se iba a la cama y dijo: «Qué disgusto me voy a llevar mañana cuando me levante». No hay que tomarse la pastilla para no dormir. Una píldora más que no debemos ingerir. Bastantes cosas nos tragamos durante el día. Será tiempo muerto, pero el sueño es vida.