La calle es suya
Actualizado: Guardar¿Es rentable la estrategia, o la táctica, de lanzarse a la calle a protestar contra el Gobierno? El PP parece convencido de ello. La imagen de Aznar, acompañado de Esperanza Aguirre, firmando en una mesa del PP para recoger adhesiones que transformarán, al final, en una petición de referéndum de contenido aún algo difuso, pero implícitamente contrario al Estatut, era, este fin de semana, todo un símbolo. Aseguran tener ya cerca de dos millones de firmas, aunque el cómputo resulta bastante incierto.
Por otra parte, el PP apoyará, desde luego, la convocatoria de manifestación realizada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo para el sábado próximo.
Cierto es que el PP tiene motivos más que sobrados para sentirse agraviado por el Gobierno de Zapatero: fue marginado por completo de cualquier negociación sobre el Estatut, y está siendo dejado de lado en el proceso de paz con ETA. De hecho, parece poco probable que los dirigentes socialistas que van a hablar esta semana con los partidos políticos acerca de las perspectivas del cese de la violencia en el País Vasco incluyan a los populares entre sus interlocutores.
Y eso que Zapatero, que parece muy preocupado estos días con las cosas que dicen comentaristas y tertulianos, asegura que comprende que la cosa difícilmente saldrá adelante sin el PP. Que, eso no lo dice Zapatero, pero se sobreentiende, sigue contando con al menos diez millones de votos que lo respaldan, según se desprende de los resultados de las encuestas del CIS, no tan pesimistas últimamente con el partido de Rajoy.
Pero ocurre, al tiempo, que el PP se ha instalado en una incómoda -para los socialistas y hasta para los populares- posición aferrada al «no a todo». No aceptan un posible final feliz para el Estatut, pese a muchos indicios en contrario; no aceptan a priori negociación alguna con ETA. Y niegan el pan y la sal al Gobierno Zapatero en todos los terrenos. Ahí está la campaña de recogida de firmas, no unánimemente comprendida en el interior del PP, pero que está derivando en una tensión máxima entre socialistas y populares.
Y ahí está la vuelta, como la pasada primavera, a la estrategia de las manifestaciones, puesto que no parece que la entrevista mantenida con ellos en La Moncloa el pasado viernes haya aplacado los ánimos de los representantes de las víctimas convocantes de la marcha del próximo sábado. Manifestación que tampoco suscita entusiasmos unánimes en el PP, donde algunos responsables admiten un cierto «histrionismo» en actitudes de dirigentes de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, especialmente en su presidente, Francisco José Alcaraz, para quien ya andan buscando sustitución en la persona de la joven Irene Villa. No quieren, dicen algunos, estar en la actitud pancartera que tuvo Zapatero en el pasado, y menos aún caer en el victimismo de Batasuna y sus adláteres.
Éste es el debate interno que se vive en el PP pocos días antes de una convención de este partido que debería marcar un antes y un después en la labor de oposición. Pero que, por lo que se va sabiendo de ella, va a dejar las cosas básicamente como están: apenas alguna incorporación -como la de la presidenta del extinto CDS que fundara Adolfo Suárez- a la ejecutiva, pero pocos retoques de fondo a la estructura dirigente. Tampoco parece que las voces críticas con determinadas estrategias, como la recogida de firmas para el mentado referéndum sobre la unidad de la nación, vayan a escucharse demasiado ampliamente en esta cumbre del PP, donde sí parece que se oirá, en cambio, alguna crítica aislada a la política informativa del partido. Pero, claro, ya se sabe que no es el momento de la autocrítica, ni en el gobierno ni en la oposición. ¿Cuándo será?