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LA COLUMNA

ETA y el parto de los montes

LUIS IGNACIO PARADA/
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¿Se acuerdan ustedes de aquella fábula de Samaniego que decía: «Con varios ademanes horrorosos, los montes de parir dieron señales; consintieron los hombres temerosos ver nacer los abortos más fatales. Después que con bramidos espantosos infundieron pavor a los mortales, estos montes, que al mundo estremecieron, un ratoncillo fue lo que parieron». Continuaba diciendo: «Hay autores que en voces misteriosas, estilo fanfarrón y campanudo, nos anuncian ideas portentosas; pero suele a menudo, ser el gran parto de su pensamiento: después de tanto ruido, sólo viento».

El fabulista recreó así el aforismo 139 del Ars poetica de Horacio que, burlándose de Príamo, desencadenante de la guerra de Troya escribió: «¿Qué cosa tan digna va a decir este incompetente con un comienzo tan grandilocuente? Los montes se pondrán de parto, y nacerá un ratoncillo minúsculo». Esopo y Fedro ya le habían añadido algo por su cuenta en versiones que un desconocido vertió al castellano como: «Un monte estaba pariendo lanzando unos enormes gemidos, y en la tierra había una gran expectación. Pero el monte parió un ratón. Esto ha sido escrito para ti, que, aunque anuncias grandes cosas, no haces nada».

Un parto de los montes ha sido el comunicado de ETA que nos habían vendido como anuncio de tregua en los constantes rumores y manifiestos políticos de parlamentarios vascos. La banda se ha limitado a afirmar que «ha llegado el momento de tomar compromisos firmes y decisiones importantes sobre el futuro de Euskal Herria, pasando de las palabras a los hechos y mostrando audacia». Pero no asume ese compromiso anunciando una tregua; no toma la decisión firme de dejar las armas; no pasa de las palabras a los hechos mostrando audacia o, lo que es lo mismo, cesando en la coacción económica y moral; no renuncia a colocar bombas. Su comunicado es, pues, aviso para incompetentes que anuncian grandes cosas y no hacen nada: después de tanto ruido sólo viento.