Cádiz C.F.

No bastó con el Mesías

La gran actuación de Lucas Lobos en la primera mitad, levantando a los aficionados de los asientos con sus jugadas, no consiguió guiar al Cádiz hacia la victoria

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Era el gran deseado. La pieza que reclamaba el Cádiz para salir de su pereza, el ídolo que necesitaba la afición para retomar la ilusión perdida por los últimos batacazos. Desde que llegara a la Tacita de Plata, avalado como el fichaje más caro de la historia del club amarillo, Lucas Lobos había reclamado con buenos minutos su participación como titular en Liga. Ayer, partiendo desde una posición anómala para él, la banda izquierda, se estrenó. Y no pudo hacerlo de mejor forma -en lo que al plano individual se refiere por lo menos-.

Firmó una primera parte excepcional, dejando en la retina jugadas que los puristas habrían asignado al mismísimo Mágico González, anotando el único gol de Cádiz de falta directa -más de dos años llevaba el Cádiz sin disfrutar de dichas mieles- y desquiciando a unos defensores rojillos que sólo pudieron pararle a base de faltas.

Luquitas había estado ensayando los lanzamientos a balón parado durante la semana. Estoyanoff era hasta el momento el encargado, pero él se había encargado de demostrar sus dotes en alguna que otra ocasión. Su porcentaje de acierto era asombroso. Había que ver si la presión de hacerlo en un partido le superaba o no. Y se demostró que no. Uno, dos, tres pasos, poca carrera y la fuerza justa de su menuda pierna derecha bastaron para clavar el esférico desde la frontal del área a la escuadra de la meta de Ricardo.

Lobos dedicó media hora de auténtica magia futbolística al público de Carranza, que no dudó en levantarse masivamente de sus asientos para rendir pleitesía a su nuevo Mesías, el encargado, visto lo visto, de guiar al Cádiz hacia su particular tierra prometida -la permanencia-.

El gol de libre directo fue la punta del iceberg. Lejos de encadenarse al costado izquierdo, el media punta argentino sacó su varita mágica de Harry Potter desde la media punta, inventándose un pase en profundidad a Estoyanoff con dos toques seguidos y mirando al tendido, por la derecha, donde sorteó a dos rivales y estuvo a punto de marcar el segundo de la tarde, y arrancando desde el medio centro.

Para concluir su festival, pisó la pelota al más puro estilo de su jugador favorito, Riquelme, y le tiró un caño a Cuéllar. En la segunda parte estuvo mucho más gris, acusando el cansancio físico y errando un disparo que pudo suponer por entonces el hipotético 2-2. El Cádiz volvió a perder y la faena no pudo ser completa.