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Crónicas repelladas de José Monforte: Palabra de cuartetero

Un cuarteto con gancho se hace con el público gracias a la genial interpretación de un repertorio fresco y muy de Cádiz

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¿Qué es un repertorio muy de Cádiz? Es una cosa complicada de definir. Quizás tenga que ver con que haya una rima con la cuesta de las Calesas, que salga el puesto de churros de La Guapa, que se meta con la fachada del número 18 de Pomponio Mela, que diga que está más acompañao que el Cristo del Perdón, que un choco salga andando en medio del popurrí y arrastrando su cartucho lleno de manchones de aceite. No sé, el muy de Cádiz es una cosa etérea, es como el viento de Levante, salta y la lía.

Un cuarteto con gancho es una agrupación que tiene ese don divino, tiene el viento de Levante de cara y con ellos cuarto y octavo de carcajadas de buen tamaño pa freí está asegurado.

Igual que las conservas de Barbate llevan el sello de calidad de producto andaluz, el cuarteto con gancho lleva el sello de calidad de que es muy de Cádiz, tiene ese tipo de gracias que nos gustan a los sibaritas de la risa, que es en lo que nos convertimos después de un mes escuchando coplas a un ritmo de una cada dos minutos.

En principio el cuarteto no tiene nada especial. Representan un ring. Pues mire ring de lucha y de los ring de teléfono han salido unos pocos, son como los tomates pa ensalada, que los hay en todos los puestos de la Plaza. Pero ya si usted delimita las esquinas del ring con cuatro cañones de los que hay en las esquinas de Cádiz, pues mire ese tomate ya viene con la piriñaca dentro.

No sé por qué, pero ese detalle ya encandila al público. Luego están los personajes. Por un lado una especie de presentador , Burger King, primo de Don King, que en cada actuación aparece igual vestido, pero con alguna pamplina trapajosa. Por ejemplo en su actuación del sábado por la noche Burger llevaba puesta una peluca, como del millonario, de rojo intenso y con los pelos por lo alto, un disfraz de los que seguramente veremos 403 en la noche del próximo sábado de Carnaval. No sé por qué, pero Burger King es de Cádiz, aunque tenga nombre de hamburguesa plasticosa. Después están los púgiles. Uno se llama Casius Kai, el potra de Loreto. Va con pelito corto, un poquito metiíto en carne, su batín verde y la cara como si le hubieran dao más cacheta que un preso de Guantánamo. No sé por qué, pero el potra, cuando habla sabe a Callejones de Cardoso esquina con Sagasta. El otro boxeador es el bicho de Benalup. Si usted lo analiza va de cateto, pues vaya tipo original, pero va también como si se hubiera inventado el disfraz el sábado por la tarde. Pintada de negro lleva una barba para darle mayor aspecto rural al personaje. Carzonas en rojo y luego el toque glamuroso que confirma su catetez más absoluta, una chaqueta de lentejuelas en color plata que lo hace tener aspecto de boya en medio del Bajo de la Cabezuela. Para colmo tiene unas cejas más pobladas que el césped del Carranza, yo creo que hasta hay vida animal en su interior y no me extrañaría encontrar pastando a alguna vaca.

Pero hay que escuchar al hombre rural cada vez que habla, bueno más que hablar grita, porque ese hombre sería una joya para Comisiones Obreras para abrir manifestaciones. Si existía el hombre del seiscientos, éste sería el hombre del megáfono, pero sin necesidad de llevarlo.

Finalmente hay un personaje que va cambiando cada día y que lo mismo es periodista, que representante, que lo que le echen.

No hay nada que sobresalga, nada que vaya a ser un antes y un después en el Carnaval de Cádiz, pero sí hay un estilo trapajoso, un saber estar que en algunos momentos recuerda a personajes entrañables como El Peña o El Libi.

No cabe duda de que el trabajo de Miguel Ángel Moreno Gómez y José Manuel Cossi González, los autores de la agrupación, es de sobresaliente. Probablemente estamos ante uno de los repertorios de cuarteto mejores de los últimos años, con diálogos originales, frescos, llenos de detalles de Cádiz y sin dedicarse a buscar a la menor ocasión la rima en olla, ajo y one.

Pero no cabe duda de que ese trabajo no valdría nada sin la interpretación de los cuarteteros que es magnífica, con vozarrones de esos que llenan el escenario y que están al alcance de muy pocos. Son como sirenas de Astilleros pero con cuerdas vocales y atraen la atracción desde el primer momento, como un plato de langostinos de Sanlúcar.

En los últimos años estamos acostumbrados a que muchos cuartetos caen en representar obras de teatro rimadas o a refugiarse en temas fáciles, acudiendo en el 90% de las ocasiones al sexto mandamiento. Tan sólo por escuchar a ese hombre rural indignado porque le han preguntado si tiene esponsor y él, viendo su virilidad tocada, responder que él tiene esponsa y sacarla a ella en riguroso directo valdría la pena escucharlos de nuevo. Yo creo que, como ellos piden al final de la parodia, habrá combate final y seguro que lo ganan porque tienen en un tarrito guardada esa buscada fragancia que es la esencia de Cádi.