Un motor laboral que languidece sin un horizonte claro
Actualizado: GuardarMarzo de 2005 pasará a los anales de la historia naval gaditana como el mayor varapalo laboral del astillero de la capital, no tanto por el número de trabajadores prejubilados en la factoría como por la repercusión del recorte. La planta de Izar Cádiz, hoy Navantia, perdió el 60% de su plantilla en el último Expediente de Regulación de Empleo y se quedó con sólo 140 empleados.
Este personal, insólito para la envergadura de esta industria pesada, dejó el astillero sumido en una depresión que ha logrado superar con la recuperación del nivel de actividad y la incorporación de mano de obra de la industria auxiliar hasta completar los 700 operarios que trabajan en la actualidad.
Pero más allá de las cifras, el aldabonazo hizo resonar de nuevo el sector del metal en la capital, sometido en las últimas décadas a un constante languidecimiento con cinco reconversiones sucesivas. Una vista atrás pone de evidencia este incesante retroceso: en 1980, 3.000 familias dependían en cuerpo y hasta en alma de la factoría gaditana. Sólo diez años después eran 1.250 y antes de la última reestructuración, sólo sumaban ya 377.
Con la plataforma petrolífera Petrobrás 47, la planta abandonó la actividad de construcción naval y se quedó únicamente con la de reparaciones, un sector con gran demanda pero también de gran sensibilidad e inestabilidad.
Aunque el astillero se ha mantenido en el mercado y acaba de recibir un contrato de la Armada Española para desarrollar la reforma de gran parte de la flota nacional, su vasta extensión en una ciudad con sólo doce kilómetros cuadrados y el estado obsoleto de sus instalaciones han multiplicado la incertidumbre y el debate sobre la conveniencia de su mantenimiento. Además, el contexto de baja actividad naval de los últimos dos años en la Bahía ha despertado la incógnita sobre la oportunidad de concentrar la actividad en sólo dos astilleros. Ante este dilema y al margen de condicionantes industriales, los intereses urbanísticos que siempre han pesado sobre el centro gaditano ganan fuerza mientras la pierde la factoría, consciente de que una reconversión más podría ser, casi indefectiblemente, la última.