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ETA pone condiciones

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El comunicado que ETA hizo público ayer demuestra que la banda terrorista trata de condicionar un eventual cese de la actividad violenta al previo logro de sus objetivos. El contenido del texto etarra explica con precisión el sentido último de la advertencia que hace unos días formulaban los portavoces batasunos cuando decían que «el proceso es mucho más que una tregua». El comunicado terrorista es elocuente tanto por lo que propugna como por lo que descalifica. La exigencia del derecho a decidir de todos los vascos «en toda Euskal Herria», la demanda de un cambio radical del marco jurídico-político y la apuesta etarra por las vías del diálogo y la negociación son los eufemismos y subterfugios que el fundamentalismo emplea para tratar de perpetuar el protagonismo de su poder fáctico en la política vasca. Por encima de cualquier otra consideración, el comunicado de ETA obliga a las instituciones y a los partidos políticos a mantener una actitud más realista y cautelosa que la que se ha hecho patente en las últimas semanas. Una paz «sin vencedores ni vencidos», como reclamaba la resolución aprobada el pasado viernes por el Parlamento vasco, sería en realidad un descorazonador final que convertiría en victoriosos a los terroristas y derrotaría moral y anímicamente a las víctimas. Una paz verdadera no sólo precisa la desaparición de toda forma de violencia física y de coacción expresa o difusa. Exige además que su final deje constancia del mal causado y establezca con toda claridad que nunca hubo razón política alguna para justificar la macabra ejecutoria de ETA.

Que la conquista de la paz no se oriente hacia tan pantanoso terreno depende, en gran medida, de la capacidad que muestren el Gobierno socialista y el primer partido de la oposición para lograr una mayor sintonía.