La talla 52
Actualizado: GuardarNo es que uno sea como la ministra de Cultura, que se puso un traje como de frutero de Agatha Ruiz de la Prada para ir a la entrega de los premios Goya, pero a uno de vez en cuando le gustaría ponerse algo diferente a un vaquero y una camisa de cuadro, pero siempre te encuentras, como perteneces a los metiítos en carne, con el problema de la puñetera talla.
El otro día LA VOZ publicaba un reportaje en el que denunciaba que muchos de los comercios de la ciudad que venden ropa para jóvenes no tenían tallas grandes y la 52, que tampoco es una cosa del otro mundo, siempre se había acabado, como las ofertas esas tan sospechosas que salen de algunos supermercados.
Cuando un chaval o una chavala está en edad de merecer no hay cosa que le haga más ilusión que vestirse igual que la mayoría, con sus puntitos personales, pero como visten todos los de su edad que, además, se estarán fijando en el yersi que lleva su actor preferido y no se lo querrán quitar ni pa ducharse.
No se pueden ustedes imaginar el disgusto que se coge. Ver en el escaparate el mismo yersi que lleva Juanaco, el que tiene tres pelos en el bigote y por el que suspira todo el apartado femenino de 3º C. Tú piensas: te voy a quitar toda la clientela, Juanaco.
Entras y, para disimular, en vez de pedir el granate, que lleva él, pides el turquesita. Solicitas la 48 que es la más grande que tienen. Ya previamente el dependiente habrá dicho con la cara vamo a vé, pero tú no pierdes la ilusión. Coges el yersi y aquello parece como si Finito de Córdoba se estuviera poniendo el pantalón para torear. Pero nada, el yersi no entra ni por el cuello y aunque el dependiente, viendo la situación, diga... esto luego da un poquito de sí, le dices que una cosa es que dé de sí y otra que se multiplique como la parábola de los panes y los peces.
Pocos momentos hay tan frustrantes en la vida de un adolescente de espinillas en plena efervescencia. Ese día piensas que jamás volverás a probar el potaje, aunque a tu mente venga tu madre avanzando por el salón con el plato sopero humeante. Pondrás más interés en la clase de gimnasia y no te escaquearás corriendo diciendo que se te ha subido el gemelo.
Pero eso, que no deja de ser un cachondeo, ocurre en la mayoría de los casos, pero para algún chaval el problema será tan gordo que dejará de comer o se encerrará en su casa sin relacionarse con nadie. Por favor, hagan ustedes la talla 52, y también la 54 y la 56, porque a todo el mundo un día le hizo ilusión ponerse la cazadora de cuero que llevaba John Travolta en Fiebre del Sábado Noche.