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Antena 3 ha retirado de su parrilla el reality-show para famosos Cantas o qué. Los resultados del espectáculo han sido tan pobres que la cadena no ha querido exponerse a que se le enquistara una apuesta ruinosa. Es curioso, porque Antena 3 podía haber echado mano de cualquiera de los múltiples recursos que nuestros canales conocen para levantar un programa marchito; por ejemplo, inventar un escándalo sobre alguno de los concursantes o airear tales o cuales extremos de su vida sentimental en cualquier revista bien predispuesta. Pero no: se ha decidido darle boleto y punto. Como espectáculo era pobre y el buen trabajo de Paula Vázquez, aunque meritorio, no lograba convencer al espectador de que merecía la pena aguantar ante la pantalla.

Este programa no aportaba absolutamente nada, al margen de dar aire a sus protagonistas; venía con ostensibles defectos de fábrica. Pero, entonces, ¿por qué se emitió? Pensar que la ecuación famosos más reality iba a dar como resultado directo mucha audiencia no deja de ser una ingenuidad. Tampoco parece muy serio eso de ofrecer al personal una especie de versión menor de Mira quién baila con confeti en vez de lentejuelas. Por supuesto, el mejor escribano echa un borrón. Pero es que ya no es sólo uno. Resulta bastante difícil entender la obcecación de Antena 3 con el género de los reality-show. Los mayores patinazos en este tipo de televisión, desde Estudio de actores hasta El castillo de las mentes prodigiosas, los ha protagonizado precisamente Antena 3. Y cuando la experiencia les ha salido bien, ha sido con los modestos logros de las islas o las selvas de famosos.

Y a propósito de reality-shows, habrá que ver si la apuesta por este género sigue funcionando más allá de los clásicos, que en realidad ya es solamente Gran hermano. Por ejemplo, la cocina infernal de Telecinco, que recoge muy estrictamente los recursos habituales de la telerrealidad, no parece que esté despertando pasiones. Quizás estemos ante el agotamiento del género. O ante el agotamiento de los espectadores.