Cultura

Chabrol y Lumet demuestran en la Berlinale que la veteranía es un grado

'L'ivresse du pauvoir' convierte a Isabelle Huppert en una juez glaciar, mientras que Vin Diesel es un mafioso metido a abogado en 'Find me Guilty'

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La Berlinale demostró ayer que la veteranía es un grado y que un filme de Claude Chabrol con Isabelle Huppert no puede fallar, de la misma forma que tampoco puede pinchar Sidney Lumet, aunque su Find me Guilty sea la enésima recreación de un juicio contra una banda de mafiosos.

Chabrol brinda en L'ivresse du pouvoir un papel hecho a medida para Huppert: una juez apodada la piraña, que aplica a sus interrogatorios el instinto de una torturadora y que tiene la oportunidad de salir en los papeles al frente de un asunto de corrupción inspirado en el caso Elf Aquitaine.

Lumet convierte a Vin Diesel en protagonista del mayor juicio de la historia criminal de EE UU, contra veinte miembros de una banda de gánsters -por supuesto, italiana- de los cuales es el único que ya está preso y también el único que decide defenderse por sí mismo.

Por si no quedara claro el perfil de la implacable juez, Chabrol le enfunda unos guantes de piel rojos y le coloca como marido un médico que repasa los casos de salmonella o sida con menos ahínco que el imprimido por ella en combatir las infecciones de este corrupto mundo. «Isabelle fue mi primera elección. No escribí el papel ex profeso para ella, pero a medida que avanzaba veía claramente que era la actriz ideal para él», admitió Chabrol.

El título del filme (literalmente, La embriaguez del poder) es de doble dirección: tan ebria de poder está la juez, orgullosa de que le coloquen a dos guardaespaldas, como los políticos, presidentes de consorcios y entorno judicial. La trama es lo de menos, lo importante es la caricatura de toda la clase política-judicial-empresarial. El único reproche que se le ve es que sólo revalida una perfección atribuida de antemano.

Pocos experimentos

Lumet tampoco se lanza a experimentos. Su Find me Guilty trata sobre un proceso interminable, con cruce de réplicas entre el mafioso metido a abogado y ex colegas de famiglia, así como alguna paliza carcelaria. Diesel borda su papel, sin llegar a la exquisitez de Huppert, y Lumet crea una constelación de gánsters a millas de distancia de la glacial juez de Chabrol.

Pocos experimentos y mucho savoir faire, como corresponde a una jornada consagrada a dos maestros, y que se completó con Isabella, de Pang Ho-cheung, una producción de Hong-Kong y China a la que al handicap de compartir jornada con Chabrol y Lumet se le sumó el de ser etiquetada como la china de las nueve de la mañana. Es decir: para quedarse en la cama.