LA PALABRA Y SU ECO

Basura

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A sus ochenta años, el sociólogo de la modernidad Zygmunt Bauman, que tuvo que abandonar su Polonia natal huyendo de los nazis, sigue siendo una de las mentes críticas más incómodas para el establecimiento político. Si la labor del intelectual es iluminar y, al tiempo, no casarse con los que vienen a predicar bajo esa luz, Bauman ha conseguido ser un ejemplo de independencia, al margen siempre del poder, al que tan bien le vendría un profeta de la talla del escritor judío. Desde hace tiempo advierte del peligro de una sociedad compulsiva, donde el espíritu de cambio sea sólo un mecanismo para dejar anticuado lo anterior, con el simple objeto de producir, vender, generar basura y convertir el mundo en unos grandes almacenes con ofertas y rebajas continuas. A esta conducta ondulante le ha llamado «modernidad líquida» que, sin forma ni valores persistentes, fluctúa de un lugar a otro llevándose por delante a todo aquél que no sabe nadar o que no quiere dejarse llevar por su corriente. La histeria de la moda, por ejemplo, forma parte de esa planificación global que nos obliga a cambiar de coche cada dos años, a renovar el vestuario frecuentemente y a tirar, tirar todo lo usado hasta convertir la mitad de la existencia en un gran vertedero, y la otra mitad en constante deseo de consumo. Convencidos de que obedecemos al dictado de nuestro libre albedrío, acabamos siendo víctimas de un plan perfectamente urdido que, en definitiva, nos impide actuar como individuos y -lo que es más grave- nos amontona en el cubo de los desperdicios cuando comprueban que ya no le servimos para la consecución de sus intereses.

Basura humana es ya el hombre que ni material ni ideológicamente camina paralelo a un pensamiento prediseñado. Basura es quien se opone a la guerra organizada y quien cuestiona las consignas elaboradas bajo la excusa del bien común. Basura es quien se resiste a producir en serie y prefiere detenerse acabando su cometido. Basura son los seres que aún osan vivir con ciertas garantías. Basura es el amigo que a estas alturas exige lealtad. Basura es la pareja que sueña en algo más que en un contrato social. Basura son los defensores del medio ambiente que se resisten a que la naturaleza se transforme o destruya. Basura es quien deambula por las grandes metrópolis, obligando al Estado a crear hiperguetos de seres cada vez más sobrantes. Basura es quien se cree demasiado listo, porque la cultura de todo este tinglado consiste en olvidar rápidamente lo que se sabe para aprender lo nuevo. Todo se convierte en más precario, permeable, pasajero y líquido, ingredientes impuestos por una modernidad que afianza el dominio de una minoría que tiene nombre y apellido.

Bauman nos recuerda que puede y debe haber remedio, consistente en hacer oír la voz de la responsabilidad: «una voz perceptible sólo en la disonancia de las opiniones, mientras el consenso y la unanimidad anuncian la tranquilidad del cementerio».