La otra cara del falla
Actualizado: GuardarLlevamos casi veinte días de concurso y por el escenario del Gran Teatro Falla han pasado mas de ciento cincuenta agrupaciones entre comparsas, chirigotas, coros y cuartetos. Hay de todo: bueno, malo y regular. Todos los aficionados a esta manifestación tan autóctona y única de nuestra ciudad, nos estamos deleitando con los espectáculos que nos ofrecen. Aunque el concurso sea largo y nos quite parte del descanso diario, lo seguimos con atención y no nos perdemos puntada de su desarrollo.
Valoramos, como no, el trabajo de los autores que componen los repertorios y de los interpretes que desde el pasado verano, y durante cinco o seis meses se esfuerzan y consiguen recrear en esas agrupaciones el espíritu critico e irónico del carnaval gaditano. Es una tradición heredada de nuestros antepasados y que debemos mantener para transmitir a las generaciones futuras.
Durante casi un mes, el Falla se convierte en el Templo Carnavalesco de los ladrillos coloraos. Para que todo esto sea posible, son muy importantes como es lógico los autores y los componentes de las agrupaciones, pero hay algo que quizás pase desapercibido para muchos y no se valore en su justa medida, la labor del personal del Teatro: regidor, tramoyistas, porteros, acomodadores, limpiadoras etc... Todos, con su anónimo pero eficiente trabajo, hacen posible el milagro diario de que los espectáculos transcurran con una agilidad envidiable y sin interrupciones. Cada día, nuestro Gran Teatro, abre sus puertas impecable y reluciente, a estrenar, y se mantiene así gracias a la labor callada pero mas que eficiente de todas estas personas.
Recuerdo, del año que concursé con Los Dedócratas, que cuando llegamos a los camerinos imberbes y nerviosos ante nuestro debut, todo el equipo de tramoyistas nos animó y nos gastaron toda clase de sanas bromas con las que nos ayudaron a pasar el mal trago. Año tras año ese grupo sin igual, antes capitaneados por el Chele con su machota y hoy por Juan Delgado con su Walki, solucionan todos los problemas de montaje de las agrupaciones, los animan y hacen que detrás de esas cortinas rojas reine un ambiente grato, acogedor y familiar. Ese grupo de hombres de negro, nunca ponen una mala cara, y hacen fácil lo difícil. Es un lujo ser amigo de ellos desde hace tantos años y comprobar como, aunque los tiempos hayan cambiado, siguen con esa eficiencia, esa buena labor profesional y con ese buen ambiente tras las bambalinas. El éxito del concurso en gran parte se debe a ellos, a la otra cara del Falla.