Dos drogadictos y un bombero enamorado
La película australiana 'Candy' y la alemana 'Sehnsucht' marcaron ayer la competición de la Berlinale
Actualizado:El descenso a los infiernos de una pareja de heroinómanos, en la película australiana Candy, y los vaivenes de un bombero enamorado, en la alemana Sehnsucht, marcaron ayer la competición de la Berlinale, que tras el cine político de días pasados entró en el terreno de las más o menos bajas pasiones.
Por un lado, Heath Ledger, el vaquero homosexual de Brokeback Mountain, convertido en romántico heroinómano en la película de Neil Armfield; por el otro, Andreas Müller, un bombero de un pueblo del Este profundo, en Brandeburgo, en un conflicto de pasiones.
La pareja de Ledger es Abbie Cornish, tan preciosa y enamorada como él, pero igualmente esclava de la droga; Müller se debate entre dos sonrisas de mujer enamorada: la de su esposa y la de la mujer que ha conocido en una excursión con toda su muchachada, tan buena gente como su cónyuge y como él mismo.
Armfield repasa el cielo que sus personajes creen rozar con las manos en sus primeros tanteos con la droga; luego pasan a poner los pies en el suelo al descubrir lo que su dependencia conlleva -incluida la prostitución para pagarse la adicción- y finalmente acaban en el infierno, por separado y como pareja.
Es un retrato que por momentos responde al título del filme, pero de alguna manera convincente, gracias a los atractivos y buena labor interpretativa de ambos actores. Ledger, candidato al Oscar por su cowboy de la película dirigida por Ang Lee, da el tono justo de dramatismo sin caer en lo patético a su drogadicto enamorado, mientras que la hermosa Cornish está magnífica en su papel de preciosa chica de papá venida abajo por la droga.
Bajo presupuesto
El filme de Valeska Grisebach, en cambio, es exponente de cine de bajo presupuesto, rodado en el mundo rural de Brandeburgo y con actores arrancados de ese entorno, que trazan un triángulo sin pretensiones, con algún momento memorable del bombero, bailando abrazado a sí mismo al son de Robbie Williams.
Lo mejor de Sehnsucht está probablemente en los tres o cuatro minutos finales, en el que un grupo de escolares comenta el desenlace de los amoríos del bombero doblemente enamorado.
En su conjunto es una película con el encanto de lo sencillo, aunque algo sosita, que trata de demostrar que para rodar una bonita historia no hace falta viajar mucho, sino que a veces los rostros más interesantes están a la vuelta de la esquina.
«Rodamos en familia, como entre amigos», explicó Grisebach, que para encontrar esos rostros «arrancados de Brandeburgo» hizo exactamente esto: recorrerse el estado haciendo audiciones entre actores y semiactores. Parte de sus comparsas es la propia gente del pueblo, así como algunos auténticos bomberos.
La tercera película de la jornada a competición, Romanzo criminale, de Michele Placido, provocó una de esas estampidas a ritmo lento, pero continuado, habituales en la Berlinale hacia mitad del festival y cuando la jornada se consolida como floja.
Si Candy presenta el lado más o menos salvable del mundo de la droga , el filme de Placido se mueve en la típica batalla campal de acciones de castigo entre bandas mafiosas, en Roma, y con un par de toques de documento político.
Todo se mueve alrededor de una banda de traficantes, iniciados desde la más tierna infancia en el delito y convertidos con el paso del tiempo en compañeros.