Vocaciones precoces
Actualizado: GuardarHubo un tiempo en el que los niños querían ser, cuando se hicieran mayores, pilotos de carreras, futbolistas o toreros. Sólo los más formales querían ser subsecretarios, pero todo eso ha ido cambiando y ahora lo que desean ar-dientemente es ser jubilados y además sin tener que esperar a hacerse mayores. Pertenecer a las clases pasivas es entre nosotros una aspiración o una imposición y así como se dan, de vez en cuando, medallas del trabajo, debieran instituirse trofeos para la holgazanería. Si no se conceden es porque el señor Solbes ha hecho números y nos acaba de advertir de que el gasto público español en pensiones pasará del 8,6 de hace dos años al 15,7, allá en el 2050, cuando los viejos sean otros, salvo don Francisco Ayala, que seguirá escribiendo novelas admirables.
Decía mi inolvidable Chumy Chumez, que era tan alegre como macabro, que los niños verdaderamente precoces son los que nacen muertos. Siempre intriga el fenómeno de la precocidad y debiéramos estudiarlo ahora que conmemoramos a Mozart.
¿Es sólo una anticipación del futuro? No está muy claro, ya que hay niños precoces que luego, cuando llegan a adultos, son perfectamente vulgares.
A Ramón Gómez de la Serna no le gustaban los niños precoces y llegó a establecer preferencias entre los que menos le desagradaban. «Es mejor un niño precoz ajedrecista que un niño precoz director de orquesta porque hace menos ruido».
Quizá los españoles de ahora tengan vocación de pensionistas, pero se les puede poner difícil cumplirla. Hay que revisar el sistema tras la reforma del mercado laboral. La esperanza de vida ha aumentado mucho.
En la misma medida que ha ido disminuyendo la esperanza de que alguien pueda cobrar unas monedas todos los meses.