PAN Y CIRCO

A don juan miranda

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Reconozco que, en más de una ocasión, he tenido la tentación de pedir un descanso en mi cita semanal de los miércoles. Y no por no estar a gusto practicando mi profesión frustrada, sino porque el tarro de las esencias o inspiraciones literarias es, en mi caso, bastante limitado. Cuando uno lee crónicas como las de José María Aguilera, apenas le quedan recursos para describir a ese Cádiz que, a verlas venir juega de maravilla pero que, cuando sale como local y ha de llevar la iniciativa, no da una a derechas a poco que el rival ate la primera media hora de partido. Y para colmo, el otro tema de inspiración en la noche del sábado, esto es, la huida del estadio de aquellos que preferían ver a su Madrid que animar al equipo del que sólo presumen cuando gana, va y me lo pisa el amigo Moreno Bustamante.

Y en esas reflexiones estaba cuando recibí el mazazo de la noticia del fallecimiento de un maestro, compañero y amigo como era don Juan Miranda, brillante Letrado e insuperable articulista. Colaborador en ocasiones de este medio, don Juan, a sus 89 años, demostraba con la pluma una inteligencia difícil de superar, acreditando cada vez que escribía una columna o una carta al director que los intelectuales son gente que hablan con conocimiento sobre los libros que han escrito otros y que leen, no los libros del momento, sino los libros de todo momento. Amigo de sus amigos y sabedor de las aficiones de quienes le rodeaban, me preguntaba constantemente sobre los avatares del equipo amarillo y escribió la felicitación más bonita que jamás un Rey Mago haya podido recibir por su nombramiento. Por eso, en esta semana en la que las musas literarias parecían estar de vacaciones, el firmante, emocionado aún por el artículo que su hijo leyera en la misa de despedida, no puede por menos que dedicar estas líneas al inolvidable compañero que, cada vez que tuvo ocasión, nos demostró que una buena columna es aquella que se comienza leyendo con expectación y se cierra con provecho.