Atención al crecimiento engañoso
Actualizado:Nada sería más improcedente que lanzar las campanas al vuelo por el hecho de que la economía española haya crecido un 3,4% en 2005, según el indicador adelantado publicado ayer por el Instituto Nacional de Estadística. El crecimiento se ha debido no al aumento de la inversión en bienes de equipo sino al de la construcción y no tanto al aumento del consumo privado, que de paso ha producido una desmesurada inflación, sino a un estancamiento de las importaciones que no ha podido evitar un déficit comercial histórico. Con todo, lo que más debe preocuparnos es la nueva caída de nuestra competitividad.
Si medimos la competitividad de la economía española por la metodología IMD España está en el lugar 29 de los 50 países más competitivos del mundo. Si la medimos por la metodología WEF, España está en el 27 entre los 60 primeros. En ambos casos está en preocupante descenso. Según The Global Competitiveness Report España ha perdido el último año seis puestos en el ranking mundial. Tanto el índice WEF, elaborado por el World Economic Forum como el IMD, patrocinado por el International Institute for Management tienen en cuenta el nivel de inflación, los precios de exportación, el déficit corriente, la capacidad de acceso al crédito, la competitividad bancaria sin el recurso a las comisiones, el nivel de impuestos empresariales y personales, la productividad y el equipamiento tecnológico de la administración y los particulares.
El descenso de la competitividad de la economía española debería frenar cualquier triunfalismo ante el favorable dato del crecimiento económico. Aunque sólo sea porque ha provocado que el déficit comercial, que ya había aumentado nada menos que un 31,1% en 2004, llegase a los 43.400 millones de euros sólo en los tres primeros trimestres de 2005, lo que supone un 7,35% del PIB nominal, el desfase más alto entre importaciones y exportaciones de las grandes economías europeas.