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El Madrid rozó el milagro

Se puso 3-0 en diez minutos y no terminó de tumbar a un Zaragoza tembloroso Los maños sufrieron como no imaginaban, pero jugarán su undécima final de Copa

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En un alarde de fe, calidad, acierto y de grandeza, el Real Madrid se quedó a un tris de firmar la mayor gesta de su historia y de coronar su leyenda con una goleada que hubiera pasado a los anales del fútbol. Se puso 3-0 en diez minutos, tuvo al borde del KO a un dubitativo y tembloroso Zaragoza, pero le faltó la guinda.

Dispuso de media hora por delante para certificar una remontada heróica con firma brasileña, pero ahí se le terminó la fuerza y se le nublaron las ideas. Exhausto, se le hizo un mundo cuesta arriba consumar la hazaña. Al final el extraordinario esfuerzo de los merengues resultó baldío, aunque halló el premio de la grada, que apoyó de lo lindo.

El Zaragoza, con todo merecimiento si se atiende a ambos partidos, pero no tras ver la imagen pueril, blanda y timorata que ofreció en Madrid, jugará su undécima final copera y buscará su séptimo galardón.

Inaudito, impensable, imposible creerlo si no se ve. Ni el más optimista de los madridistas, ni tan siquiera el recordado Juanito, pudieron imaginarse jamás un arranque como el que aconteció en el coliseo merengue. En apenas diez minutos, tres goles. Así como suena, no es broma, ni ciencia ficción, quizá sí cosas de la galaxia. En un visto y no visto, el Madrid se acercó al sueño con todo el partido por delante. Los maños, que salieron dispuestos a tocar, a dejar pasar los minutos sin sufrir, se encontraron ya en peligro de muerte casi inminente.

Los madrileños pensaron que, visto lo visto, dos goles en 80 minutos serían coser y cantar y decidieron tomárselo con mucha más tranquilidad. Ya estaban convencidos que la eliminatoria se ganaría desde la defensa, sin asumir más riesgos que los estrictamente necesarios.

El Zaragoza deambulaba ya como el púgil groggy que sólo busca el rincón para salvarse de la avalancha de golpes que le destruyen. Comenzó la segunda mitad, con unos y otros dispuestos a sufrir un ataque de nervios, de ansiedad. Roberto Carlos decidió que era su momento. A los 60', recibió en corto una falta, recorrió unos metros y ¿zas!, zurdazo lejos de César. Pero cuando remaba con todo a favor, al Madrid se le agotaron las fuerzas y se quedó en la orilla. Cuando González Vázquez, que anuló un gol legal a Ewerthon, pitó el final, los maños respiraron más hondo que nunca. ¿Verlo para creerlo! El fútbol es mágico, la Copa grande.