Cyrano por casualidad
Un gaditano logra un premio internacional a la mejor carta de amor con un relato absolutamente alejado del romanticismo al uso
Actualizado: GuardarDebe de ser que el amor tiene millones de caras, tantas co-mo seres humanos, y otras tantas interpretaciones. Es la única explicación que Juan Manuel Andrades encuentra al premio que ha recibido. Este profesor gaditano de Salesianos, a sus 62 años, ha sido el vencedor del III Certamen Internacional de Cartas de Amor que se convoca en Salamanca. El jurado recibió 222 misivas de 52 países del mundo, de los cinco continentes. Finalmente, seleccionó la suya como la merecedora del mayor galardón y de los 600 euros que le acompañan.
Andrades se alzó con el triunfo literario de forma inopinada: «No presenté una carta de amor al uso, no es un texto sobre amor romántico que habla de una pareja... pero les gustó y lo premiaron».
Su relato, llamado Madras, está ambientado en esa paupérrima ciudad del Sur de India. El protagonista es un voluntario, un misionero, que acude al auxilio de los afectados por el tsunami de hace 14 meses. La mayor relación del personaje con el amor de pareja es «la renuncia, el sacrificio del amor a una mujer y a las comodidades de la sociedad europea». Más allá de eso, no hay nada que se asemeje a los relatos románticos de amores despechados ni a las películas que terminan con el feliz reencuentro de los amantes que estuvieron separados y fueron dolientes.
El autor aún no da crédito a lo que le ha sucedido, sobre todo porque no le encaja: «Lo que he escrito es un relato de amor, pero entendido como solidaridad».
¿San Valentín?
La convocatoria coincide cada año con la celebración de ese pastiche pseudocomercial llamado San Valentín, festejado ayer: «Yo no creo en esa celebración. Me parece que es una ceremonia de la sociedad de consumo que sólo sirve para hacer creer a mucha gente que debe hacer compras forzosamente».
El que crea que tiene en Cádiz a un discípulo de Cyrano de Bergerac que puede escribirle cartas de amor por encargo, se equivoca: «No pretendía escribir una carta de amor, ni pienso hacerlo. Mi afición por la escritura se limita a pequeños relatos, a cuentos o escritos cortos que presento en algunos certámenes, pero nada más. Ni he escrito una carta de amor, ni voy a escribirla. Tampoco pienso hacer una novela. Lo míos son los textos cortos, sin más pretensiones».