Víctimas de ayer y ¿de mañana?
Actualizado: GuardarEl III Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo reafirma la función activa o pasiva que en la escena pública desean desempeñar quienes han sufrido en sus familias o en las mutilaciones de su carne acciones terroristas, y como el islamismo confesional/fanático ha globalizado el terror, el congreso inaugurado el lunes en Valencia por el Príncipe de Asturias pretende tener un alcance global. Entre los congresistas figuran víctimas de ETA, de los trenes de Atocha, del IRA y de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York.
Los medios de comunicación españoles buscan obviamente las opiniones y afirmaciones de las víctimas de ETA, que formulan criterios muy diversos, pues mientras algunos representantes parecen soñar con el fin de la violencia, sin exigir a los poderes ejecutivo y judicial que se muevan dentro de unas condiciones previas marcadas por la moral y el dolor de las víctimas, otros hacen llamamientos a su propia unidad, «en estos tiempos confusos y llenos de incertidumbre», pues «serán muchos los que intentarán desubicarnos, enfrentarnos, confundirnos, incluso presentarnos como lo que no somos». Son frases de Mayte Pagazaurtundua, presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, y hermana de un asesinado por ETA. Añadía ayer Mayte que «la tergiversación y la manipulación es tan cruel como la indiferencia y el olvido».
Cierta indiferencia y cierto olvido han sufrido durante mucho tiempo quienes sólo en su ámbito privado han encontrado consuelo para su dolor. Pero de esa situación, realmente descorazonadora, han pasado las víctimas, como familiares de los asesinados, a disfrutar de una influencia política cuantificable o en vías de cuantificación, pues el próximo sábado 25 se celebrará en Madrid una manifestación en la que la AVT desea defender, como parece lógico, que los asesinos, si estallase la paz, no se fueran de rositas. Y el PP anticipa sus grandes preguntas, formuladas ya, sobre si Zapatero va a pagar por el fin de ETA un precio político, opinando con cierta seguridad que no estamos ante un proceso de paz sino ante un proceso de claudicación.
Mientras se desarrolla en Valencia este congreso, en el País Vasco probablemente, muy probablemente, casi con absoluta certeza, dialogan sin la menor estampilla oficial algunos dirigentes socialistas con miembros de la llamada izquierda abertzale, y no tanto para encauzar un proceso de paz como para que el deseo o ansia de paz no languidezca o se extinga. Y para que el diálogo se engrase.
Debería ser complementaria la acción pública de las víctimas trágicamente contabilizadas ya del terrorismo de ETA con los esfuerzos institucionales y sociales dirigidos al fin de la violencia etarra, con el objetivo esencial de que no haya que lamentar más víctimas. El mismo cariño y acompañamiento moral que el Príncipe de Asturias dedicó ayer a los congresistas -«las víctimas no estáis solas ni en vuestro dolor ni en vuestra esperanza»- merecerían las víctimas, obviamente hipotéticas ahora, que un regreso de ETA a las acciones asesinas ocasionaría.
El protagonismo público y hasta político de las víctimas es un elemento valioso en la lucha antiterrorista, porque pone al asesino ante la imagen de sus crímenes y enfría la generosidad social, pero como todas las actividades asociativas, ésta de la víctimas también tiene sus límites, marcados por el Parlamento y la Judicatura, en representación, respectivamente, de la soberanía nacional y de la ley.