LA COLUMNA

Llega la cuarta edad

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Un estudio que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística de Francia asegura que el 67 por ciento de los trabajadores españoles de edades comprendidas entre 50 y 59 años quiere jubilarse lo antes posible, frente al 57 por ciento de los franceses; el 43 de los alemanes o el 31 de los holandeses. Y no sólo desean jubilarse antes sino que, efectivamente, lo hacen, aunque sea en contra de su voluntad, pues por término medio lo hacen a los 62 años.

En España, casi 7 millones de personas tienen más de 65 años, y 100.000 se incorporan anualmente a este grupo: son los que en términos sociológicos se conocen como «la tercera edad». De esos 7 millones, 1,6 millones superan los 85 años, y 84.000 cumplen esa edad cada año. Dentro de quince años, de cada cien españoles, 31 tendrá más de 65 años y 17 más de 85. Esa mayor supervivencia de la población, derivada fundamentalmente de los avances médicos, ha obligado a acuñar una nueva expresión para designar al colectivo de mayores de 85 años: «La cuarta edad».

¿Nos hemos dado cuenta de que con la jubilación anticipada a los 55 ó 60 años y la vida prolongada hasta los 85 ó 90 una persona pasará de 35 a 45 años sin una actividad laboral remunerada? Sí. Nos hemos dado cuenta a efectos de poner en entredicho la viabilidad de los actuales sistemas de pensiones y salud pública. Pero no estamos haciendo nada para remediar las insospechadas consecuencias que va a tener el alargamiento de la vida, desde la desaparición de la función social de la herencia, porque habrá que esperar a los 70 años para heredar, hasta la inutilidad del ahorro porque no se puede ser rentista con tipos de interés por debajo de la inflación. Se están poniendo los medios necesarios para llenar de años la vida, para alargarla hasta límites imprevistos. Pero no se está haciendo prácticamente nada para llenar de vida los años, esos 35 años o más después de la jubilación cuyo horizonte es sólo la decrepitud física y psicológica.