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«Mi marido es un borracho y se gasta el sueldo en beber»

En el Juzgado de Guardia se dan cita diariamente los personajes más variopintos del espectro social

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Visitar el Juzgado de Guardia de Cádiz supone subir a la máquina del tiempo y viajar poco menos que a la España antigua, a la de nuestros tatarabuelos, no sólo porque los detenidos que llegan allí en la mayoría de los casos pertenecen a estratos sociales con los que no estamos acostumbrados a convivir en el día a día, sino también debido a la precariedad de las instalaciones que podrían datan del siglo pasado.

Sin duda, un submundo compuesto por personajes que, con familia numerosa, son capaces de gastarse el sueldo en alcohol. «Mi marido es un borracho en un día se ha gastado toda la pensión», gritaba una mujer en plena calle después de, supuestamente, haber sido golpeada por el susodicho, quien es conducido por los efectivos policiales al calabozo.

Para empezar «la ubicación del Juzgado no es la más apropiada -detalla el secretario judicial a LA VOZ-, puesto que está encima de un mercado y esto, además de provocar malos olores, fomenta la aparición de cucarachas e insectos continuamente».

Luego, en materia de seguridad, el que debajo exista un mercado resulta un problema. «Un acto terrorista sería fácil de cometer aquí, ya que no se puede controlar a todo el mundo que entra a comprar. La única esperanza que nos queda es que Cádiz nunca ha sido objetivo terrorista», señala.

El angosto y oscuro pasillo de entrada que comunica con las oficinas, no sin antes haber tenido que subir unas oscuras escaleras, más bien recuerda a los bunker de la Guerra Civil. Una vez en las dependencias la situación no es mejor: persianas a punto de ser vencidas por la gravedad, picaportes en las puertas que no sirven, teléfonos arrancados de la pared y que funcionan gracias al ingenio de algún empleado, ventilación que dependiendo del día ofrece servicio...y un sin fin de deficiencias más que parecen difíciles de imaginar en pleno siglo XXI.

Nueve funcionarios que, además de verse obligados a compartir un reducido espacio, se ven obligados a estar subiendo y bajando por un montacargas, «que no cumple con la ley», para acceder al despacho del secretario judicial con el consiguiente riesgo de quedarse colgados. «Tenemos que bajar y subir constantemente para cualquier papel. Lo ideal sería que el secretario estuviese con nosotros, pero aquí los únicos que tienen despachos son el juez y el fisca. Sin ir más lejos la semana pasada la Juez se quedó atrapada en el ascensor», detalla un funcionario.

A la sensación claustrofóbica de acceder al calabozo a través de un montacargas le sigue una humedad impropia en donde dos Policías Nacionales realizan su vigilia. Una de las cuatro celdas es usada como almacén para guardar todo el material en desuso (ordenadores, sillones, mesas, etc).

El resto del edificio cuenta con deficiencias porque, como señala el secretario judicial, «no hay dependencias suficientes». Prueba de ello, es que, por ejemplo, no existen salas de espera para los juicios de faltas. «Es común observar a lo largo del día diferentes conflictos porque la mujer maltratada se encuentra en los pasillos con su agresor.. hace poco tuvimos que llamar a la ambulancia. Todo esto nos produce un estrés contínuo», comenta una funcionaria.

Una vez fuera, ajenas a todo este submundo, permanece el centenar de personas que compra en el mercado y alrededores.

Mucho trabajo

El secretario judicial del Juzgado de Guardia considera que su equipo tiene mucho trabajo y que falta personal. «Hay que tener en cuenta que todas las denuncias, las que se ponen en comisaría, las de la Policía Local y aquellas que los particulares hacen aquí directamente, pasan por el Juzgado de Guardia.