VUELTA DE HOJA

Rehacer la vida

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Se puede estar contrito o sólo atrito. Se puede incluso padecer dolor de corazón sin tener corazón, pero lo que no se puede es evaluar la intensidad de esos sentimientos cuando los experimentan otras personas.

Nadie sabe si Jack El Destripador, al final de sus días, deploró haberse pasado muchas tardes afilando cuchillos. El arrepentimiento siempre ha tenido buena prensa y en la Biblia puede leerse una parrafada de San Lucas en la que asegura que hay más alegría en el cielo por un sólo pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de arrepentirse.

Algo exagerado era el buen hombre, pero hay que reconocer que el hecho de arrepentirse, como la circunstancia de obtener perdón, son las dos únicas cosas que pueden modificar el pasado. Desdichadamente, no para los demás. El célebre asesino de la catana, que mató a su padre, a su madre y a su hermana pequeña con uno de esos sables japoneses capaces de cortar en el aire los tres pelos del diablo, ya está en libertad y según sus declaraciones quiere «rehacer su vida». Es una pena que no pueda rehacer la de su familia, pero algo es algo.

El tema de la excarcelación de terroristas está levantando pasiones en la misma medida que tumbó para siempre otras. Hay quien cree que, si se consigue que no reincidan, vale la pena que no cumplan sus penas y que pueden tomarse una copita a nuestro lado, en cualquier bar donde dejen fumar, algunos que pusieron una bomba en un supermercado.

Otros opinan que eso no está del todo bien y utilizan la horrorosa expresión de que deben «pudrirse en la cárcel», olvidando que ya padecían un alto grado de putrefacción cuando ingresaron en ella.

Debe de ser duro pertenecer a cualquiera de esos dos bandos y tener que decidir. Lo mismo se arrepienten después de haber elegido.