La cólera de los dioses
Actualizado: GuardarLa ira que recorre el mundo musulmán a propósito de la publicación de los dibujos de Mahoma por la prensa de las democracias europeas, remite al denominado Choque de Civilizaciones que el profesor Samuel Huntington formulara como una profecía después de la caída del muro de Berlín en 1989. Lo que en aquel momento pareció una boutade, tomó cuerpo con el resurgir del terrorismo islámico a partir de los atentados de NY, Madrid y Londres, por lo que ahora estaríamos en otro de los episodios de dicho choque: la extensión entre los musulmanes del mundo entero (1.200 millones de creyentes) del odio hacia Occidente, por permitir la libertad de expresión en democracia que ampara, con restricciones, la crítica a las religiones, a sus dioses, profetas, jerarcas y creyentes.
Pudiera ser que hubiera funcionado un principio sociológico denominado el Teorema de Thomas, que dice que cuando se hace una prospección (una profecía), su difusión social tiene consecuencias sobre el futuro, bien evitando lo profetizado (Ley de Malthus sobre el crecimiento desigual de la población y los recursos) o provocándolo: lo que la sociedad cree, aunque sea falso, es real en sus consecuencias.
Una explicación demasiado inocente en un mundo tan manipulado. Más bien uno piensa que hay personas y grupos en ambos bandos interesados en que se cumpla ese escenario de enfrentamiento religioso, porque para unos, justifica la verdadera guerra: la del control de los recursos energéticos o la del dominio geoestratégico mundial y las políticas que la sustentan. Y para otros, es la justificación de su extremismo ideológico o político: la legitimación de la dictadura o del terrorismo. Curioso que sea ahora: con Hamas en el Gobierno, Irán amenazando e Irak convertido en un segundo Vietnam.
Aunque los dichosos dibujos de Mahoma no resultan nada graciosos y son un burdo y xenófobo insulto a los musulmanes (al considerar que por sus creencias religiosas son terroristas), hemos de recordar que la libertad de expresión, con las limitaciones que se quieran, es una de las principales conquistas de la humanidad, porque sin ella la democracia carece de sentido. En su nombre tenemos que admitir que amarillistas como los del Jyllands Posten publiquen esta basura. La libertad y la crítica no hacen libres: ejercerlas sobre la religión y las creencias le ha costado mucha sangre a Occidente, hasta conseguir la separación Iglesia-Estado. Ellos, desgraciadamente, están en manos de gobiernos teocráticos donde la crítica y la risa son blasfemia.
En la novela de Umberto Eco y película de J. J. Arnaud El nombre de la Rosa, los religiosos de la Europa medieval, matan a los que se deleitan en la risa leyendo el segundo volumen de la Poética de Aristóteles («La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne»). Al final, William de Baskerville, le dice a su discípulo: «Huye de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia».
Aunque los halcones que cada mañana inundan de casquería el cuarto de baño o el quiosco lo consideren «ingenuo buenismo», no acierto a imaginar nada más inteligente que el diálogo. Siempre será preferible el Diálogo de Civilizaciones, que el Choque que los necios y extremistas aplauden.